martes, 23 de febrero de 2010

Aire Nuestro


Me encantaba Raquel Welch, cuántas veces le soplé en el sexo cuando tomaba el sol desnuda en las playas de Miami. Ella se creía que era el maravilloso viento del Atlántico, pero era yo, Ernesto Guevara, el fantasma solitario, dando vueltas por el mundo, por la realidad del mundo. Le soplaba el sexo y el cabello, y las piernas, y ella sentía una gran felicidad, se sentía plena, radiante. Raquel era un arquetipo. Raquel era como la madre de la Humanidad, el gran sueño, la gran dignidad, o algo así. Verla desnuda ha sido una de las cosas más hermosas de esta estresante vida de ultratumba. Y lo más increíble: guardaba sus hermosos pechos en una camiseta con mi efigie. Detrás de mí, iban los pechos más perfectos de la creación.

Manuel Vilas
en Aire nuestro.
Alfaguara.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Otras canciones


LA NOCHE


La noche no era el sueño
era su boca
era su hermoso cuerpo despojado
de sus gestos inútiles
era su cara pálida mirándome en la sombra
La noche era su boca
su fuerza y su pasión
era sus ojos serios
esas piedras de sombra
cayéndose en mis ojos
y era su amor en mí
invadiendo tan lenta
tan misteriosamente
____

YA NO


Ya no será,
ya no viviremos juntos, no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa, no te tendré de noche
no te besaré al irme, nunca sabrás quien fui
por qué me amaron otros.

No llegaré a saber por qué ni cómo, nunca
ni si era de verdad lo que dijiste que era,
ni quién fuiste, ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido vivir juntos,
querernos, esperarnos, estar.

Ya no soy más que yo para siempre y tú
Ya no serás para mí más que tú.
Ya no estás en un día futuro
no sabré dónde vives, con quién
ni si te acuerdas.

No me abrazarás nunca como esa noche, nunca.
No volveré a tocarte. No te veré morir.




Idea Vilariño
en Poesía completa.
Editorial Lumen.

Fiesta en la oscuridad


Algo como un remoto mar ha puesto
en el amor su canto. Sé en qué fruto vencido,
sobre qué oscura rama, silenciosos, alegres, hondos,
cuando la dolorosa
simiente de la vida inútilmente cuaja
y en silencio es su música, en qué dolor, sobre qué río
tembloroso y amargo, vendrá la muerte.
Yo sé en qué sueños
somos otros, en qué perdido aliento
suena la poderosa madurez de la vida, en qué noche, sobre qué amor
es su sonido y es su fiesta hermana.
Para nosotros nunca son sus notas
luminosas y alegres, nunca
la compañía de la vida viene aunque la amemos, aunque anidemos
junto a su canto hermoso. Sube la soledad a la más triste
inocencia del hombre, y allí es el cauce y la pasión, el rastro
donde una luz de tembloroso gesto o duro olvido, canta y puebla a la sangre
de juventud efímera. Iluminada por la muerte, acaso sea su llanto
solo sobre la vida. Como castigo el trino de su sombra nos vence. Tiembla la duda
de vivir o morir. Y todo como
una larga esperanza, una injusta esperanza, está dispuesto.


Diego Jesús Jiménez
en Fiesta en la oscuridad.
Bartleby Editores.