jueves, 24 de mayo de 2012

TRANSPARENCIAS

(Naranjas y ropa muy antigua)

III

Quiero guardar cuanto sé de ti
en este gesto, el ánfora de los días
y la camisa última tendida.

IV

No añadas nada a nada, a esos
espacios últimos, el libro que dejaste,
la manzana caída que enmarca cuanto somos.

VI

Todo es un molde extraño.
Y es esta melancolía cuando llueve,
como una manzana

que ya no morderemos.

XI

Pero se de ti cosas y formas algo torpes,
el silencio con que me miras si duermo.

Y conozco palmo a palmo tu tristeza,
ese hueco vacío donde guardas
las palabras.


Ginés Émile
en 11 Poemas (En Moldes de arena)
Ruiz de Aloza Editores.

lunes, 21 de mayo de 2012

Sobre el Titánic


CANTO VI

Inmóvil, observo este cuarto desnudo, en Alemania,
el alto cielo raso, antaño blanco,
el hollín que cae sobre la mesa en flecos diminutos;
y mientras la ciudad que me rodea oscurece deprisa,
yo me entrego en recrear un texto que tal vez no existió.
Restauro mis imágenes, yo soy mi propio falsificador.
Y me pregunto la forma que tendría el salón de fumar
a bordo del Titanic, si las mesas de juego tenían
taraceas o estaban cubiertas de paño verde.
¿Cómo era en realidad?
¿Cómo era en mi poema? ¿Estaba en mi poema?
¿Y aquel hombre delgado, distraído, aquel ser excitado
deambulando por La Habana, presa de discusiones y metáforas
y aventuras de amor interminables? ¿Era realmente yo?
No podría jurarlo. Y dentro de diez años no podré jurar
que estas mismas palabras sean las mías, escritas
en el lugar más oscuro de Europa, en Berlín, diez años atrás;
es decir, hoy, para apartar mi mente de las noticias de la noche,
de los innumerables minutos sin fin que nos esperan
y que se extienden hasta el infinito, a medida que avanza no se sabe qué fin.
Dos grados bajos cero, en la ventana todo está negro, hasta la nieve.
Me invade, no sé por qué razón, una gran calma.
Miro hacia fuera como un Dios. No hay iceberg a la vista.

Hans Magnuns Ensensberger
en El hundimiento del Titanic.
Traducción de Heberto Padilla
con la colaboración del autor y Michael Faber-Kaiser.

Plaza y Janés.



Pla

sábado, 12 de mayo de 2012

2 poemas de anatomía


Caja de resonancia

Lo misterioso es el sonido que emite.
bien pensado y a pesar de los defensores del silencio
vivimos gracias al sonido
vivimos también gracias al ritmo del sonido
y a la cadencia del sonido.
Y cuando el sonido cesa
o cuando su ritmo se disloca
esa cosa que hasta ahora nadie ha sabido definir
y a la que todo el mundo llama vida
esa cosa ese misterio alborotador
se detiene cesa se inmoviliza y enmudece.

Pero lo misterioso es el sonido
el tam tam de la vida su percusión
la puntual llamada dentro del corazón
su golpeteo en las paredes.

A veces en la noche yo me paro a escucharlo.
A veces cuando siento que nadie en el mundo me llama
oigo a mi corazón golpeando en la puerta de mi vida.

Llama y llama y no deja de llamar
hasta que le respondo.


Sorprendente


Estoy casi segura de que el  futuro
acabará por sorprender a todo el mundo.
Me gustaría pensar que esa sorpresa será agradable
pero no tengo la certeza.
La única seguridad es que el futuro será sorprendente.
tal vez los perros sigan siendo perros y los gatos gatos
pero nosotros estos extraños animales
que hablan cantan y lloran nosotros los de ahora
sospecho que ya no seremos los mismos.

Puestas así las cosas
me divierte recordar a Machado

Confiamos
en que no será verdad
nada de lo que pensamos.



Francisca Aguirre
En Historia de una anatomía
Hiperión.

jueves, 10 de mayo de 2012

GRILLOS


Grillo Siempre he detestado los poemas que hablaban de París y rima
Y de toda esa belleza acomodada tras la vitrina de un Museo y
En general los poemas donde el poeta habla del viaje
No soporto que me hablen de los viajes
El viaje es la épica y para eso están Homero y Cervantes
Por eso pido disculpas, porque ahora estoy en Cerdeña
En la costa Esmeralda, en un promontorio
De Porto Petrosu, en la terraza de un apartotel
Y la vista es realmente hermosa y dan unas ganas tremendas de
Explayarse sobre las glicinas y el pequeño alcornoque
Y nuestra salamanquesa agazapada en la esquina del techo
Y el sonido de la ducha, del agua rompiendo contra tu cuerpo
Dócil como la arena
Hasta que se escucha ese ruido, primero débil, cada vez
Más fuerte, el estridular de ese grillo, un sonido tan frágil
Y sin embargo capaz de demoler
Todo ese silencio
Y en la enorme responsabilidad de adelantarse al resto
Quizás todavía adormecidos por el calor o embriagados
Por la quietud de la tarde, de saberse el primero
En romper esta apariencia de equilibrio, este espejismo
Que algunos llaman belleza -atisbo al otro lado del cristal tu cuerpo cubierto tan solo
Con la toalla del hotel, listo par la crema hidratante-
El deseo, una vez más,
Deshaciendo el poema

Javier Moreno
En Cadena de Búsqueda.
El desvelo ediciones.

miércoles, 2 de mayo de 2012

De Todas las almas página 154 edición de bolsillo

Autorretrato con brazos alzados. Egon Schiele

Todo lo que nos sucede, todo lo que hablamos o nos es relatado, cuanto vemos con nuestros propios ojos o sale de nuestra lengua o entra por nuestros oídos, todo aquello a lo que asistimos (y de lo cual, por tanto, somos algo responsables), ha de tener un destinatario fuera de nosotros mismos y a ese destinatario lo vamos seleccionando en función de lo que acontece o nos dicen o bien decimos nosotros mismos. Cada cosa deberá contarse a alguien -no siempre el mismo, no necesariamente-, y cada cosa va poniéndose aparte, como quien ojea y aparta y va adjudicando futuros regalos una tarde de compras. Todo debe ser contado una vez al menos, aunque, como había dictaminado Rylands con su autoridad literaria, deba ser contado según los tiempos. O, lo que es lo mismo, en el momento justo y a veces nunca más si ese momento justo no se supo reconocer o se dejó pasar deliberadamente. Ese momento se presenta a veces (las más) de manera inmediata, inequívoca y apremiante, pero muchas otras veces se presenta sólo confusamente y al cabo de lustros o decenios, como sucede con los mayores secretos. Pero ningún secreto puede ni debe ser guardado siempre para todo el mundo, sino que está obligado a encontrar al menos un destinatario una vez en la vida, una vez en la vida de ese secreto. 
Por eso algunas personas reaparecen. 

Por eso nos condenamos siempre por lo que decimos. O por lo que nos dicen.

Javier Marías
en Todas las almas.
Debolsillo.