viernes, 28 de septiembre de 2007

Canción de la pena sin fin


(La «canción de la pena sin fin» cuenta la trágica muerte de la bellísima Yang Kuei Fei, Anillo de jade, favorita del Emperador Hsuan Tsung de Tang.)


Durante el frescor de la primavera la dejaron bañarse en el estanque de las Flores Puras,
el agua suave de la fuente mojaba su piel lisa.
Auxiliada por sus doncellas, salió grácil y cansada.
Entonces recibió los favores imperiales.
Cabellera de nube, cutis de flor, alhajas de oro,
tras las cortinas color de hibisco conoció las noches primaverales,
noches muy breves, interrumpidas sólo por la salida del sol.
Fue entonces cuando el Soberano comenzó a abandonar las audiencias.
Acompañando al Emperador en los paseos y los festejos, nunca quieta,
sólo ellos compartían los paseos y las noches de primavera.
Tres mil bellezas habitaban el palacio, pero el amor sólo existía para ella.

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Desde Yu Yuang los tambores de guerra estremecen la tierra
poniendo fin a la Danza de Trajes Emplumados.
Polvo y humo cubren los nueve palacios,
mil carros y diez mil jinetes corren hacia el sudoeste.
Llenas de miedo, las banderas imperiales avanzan
y a cien lis de las puertas de la capital se detienen.
El ejercito rehusa avanzar más, hay que retroceder.
Fue entonces cuando fue ejecutada la bella de cejas de mariposa ante los caballos.
Sus adornos floreados quedaron por el suelo, y nadie los tocó.
Nadie tocó el adorno de su pelo, el gorrión de oro cubierto de plumas de martín pescador, ni la horquilla de jade.
El soberano que no pudo salvarla ocultó su rostro,
la miró por ultima vez y lloró lágrimas de sangre.

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Cielo y Tierra cambiaron. Regresó el carro del Dragón.
Allí se detuvo el Emperador a pesar suyo,
en el barro de Me Wei Po, donde el hermoso rostro ya nunca estará,
en el sitio sólo de su muerte.
El soberano y sus ministros se miran, cubiertos de lágrimas.
Después, abandonando los caballos, entran en la capital.
jardines y estanques. Todo esta igual,
lotos de T'ai Yi, sauces del palacio de Wei Yang.
Los nenúfares recuerdan su faz, los mimbres sus vibraciones.
Ante ellos, no pudo contener las lágrimas.
Las flores del durazno y del ciruelo se abren con el viento de la primavera,
las hojas de los plátanos caen bajo las lluvias del otoño,
las yerbas cubren el patio del Palacio de Occidente,
las hojas muertas, que nadie quita, enrojecen las escalinatas.
Los comediantes del jardín de los Perales tienen ya los cabellos blancos,
han envejecido los eunucos y las sirvientas del Palacio de los Pimenteros.
Por la noche, cuando revolotean las luciérnagas, el Emperador se aflige
y enciende la lámpara, solitario, sin encontrar reposo.
Campanas y tambores van desgranando lentamente la larga noche,
brilla la Vía Láctea, pronto amanecerá ...
bajo las flores de rocío, las tejas entrelazadas están frías.
¿Quién querría compartir una habitación helada?
Ya un largo año separa al vivo de la muerta
y su espíritu no ha regresado a él ni en el sueño.

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¡Ay! El cielo y la tierra pasarán, pero su recuerdo será eterno


Bai Juyi
en Poetas chinos de la Dinastía Tang.
Traducción de C.G. Moral.
Visor.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Pater cum veniunt rugae

Cuando se acerca presurosa

ya

la edad oscura de la cruel vejez

que arrebata del cuerpo

la paz y los deseos

y presenta su oferta de achaques

y silencios

el triste manto de la clausura

que te impide comenzar

ya

cualquier cosa, o al menos

comenzarla como empezabas –no hace tanto

a estudiar un idioma, el idioma

con el empuje de quien fuera

a cambiar de país

de vida de parentescos

a fundar otra patria

otra familia

o al menos comenzarla

como si fueras a comenzar

tu vida,

como empezaste a tocar el piano –no hace tanto,

torpemente, por tu cuenta,

y hacías del rincón más oscuro

tu escenario

más brillante

Cuando se acerca la edad

de las renuncias

y ves como se encallan en tus amigos

y en ti –no lo dijeras, no lo dijeras

los nombres de las enfermedades

y de sus torpes remedios

(aquellas conversaciones de los mayores,

tan aburridas, cuando eras niño)

y cómo estás ya no es

una forma ritual de los saludos

Cuando resulta que has vivido

solo

como quien fuera a morir solo,

en compañía tan solo

de los que ya eran parte de tu vida

por razón de sangre

o de permanencia calma de la pasión

que fue, de aquel deseo.

Cuando ya ibas resumiendo,

recopilando los insulsos, tan vulgares,

tan comunes, pero al fin tuyos,

avatares

de tu vida,

como quien revisa sus fotos

justo antes del adiós

resulta, digo, que viene él

o ella, o ambos o viceversa, yo qué sé,

y anuncia que vendrá a llanto y gritos

y a papá y mamá y a madre mía.

Y madre mía. Tengo que romper

mi biografía, tengo que curar

mi sin salud,

tengo que parirme también yo,

también yo

recién nacido.

Pero dice mi hijo, el que vendrá,

que esté tranquilo. Que él se ocupa.

Que rompa todo, que olvide todo,

que no tema.

Que él recoserá mis cicatrices,

que él desgarrará mi alma y mi piel

con otras nuevas, más hermosas.

Y yo no sé, cómo decirlo, no me fío.



Antonio Lorente

Que acaba de ser padre,

Otros poemas en Quebranto,

Editorial Aladeriva.

Lo innombrable

Nunca lo otro, ese monstruo, había sido tan gigantesco como en nuestro presente porque nunca, antes, había sido tan fríamente indiferente a nuestras desamparadas jaulas domesticadoras. Tan fríamente indiferente que apenas nos atrevemos a nombrarlo con aquellos nombres solemnes que perseguían convertirlo en interlocutor: Necesidad, Dios, Armonía... Los nombres que otorgaban una seguridad de que lo otro, a pesar de su carácter sinuoso e impenetrable, reposaba en un fondo de orden. Ahora, sin embargo, arrinconados los viejos nombres en el desván del pensamiento, lo otro se ha hecho casi innombrable. Asimismo, por tanto, casi impensable.

Hay una idea de con-fin del mundo que es más fuerte y lacerante que todas las representaciones posibles del fin del mundo. Más que el hundimiento de Zeus o que el Gran Día de la Ira, más que el juicio Final o el Crepúsculo de los Dioses, más, incluso, que esa otra, tan fuerte y lacerante, que implica que el hombre haya creado las condiciones para su entera destrucción. Y esa idea es, precisamente, la imposibilidad de establecer un con-fin del mundo, la imposibilidad de pensarlo, la imposibilidad de nombrarlo.

Para esa idea, en apariencia, no hay mito posible porque no hay imagen posible. Pero el hombre, por encima de todo, es un constructor de mitos y de imágenes.



Rafael Argullol

en El fin del mundo como obra de arte,

El acantilado.

viernes, 21 de septiembre de 2007

Desierto de Los Monegros



El coche en sombra bajo el tendejón

y flecos de maleza parda junto a las ruedas.

El sol de mediodía percute en el asfalto

y siembra el arenal de transparencias.

Dos muros desdentados,

una señal de tráfico,

restos de chapa y neumáticos rotos

son cuanto evoca

el tiempo de los hombres, su transcurso.

La botella de agua y tus gafas veladas.

Estar de paso es de repente

este paisaje alucinado,

esta incredulidad de diez minutos

que es otro modo de distancia

y convierte la vida en memoria precoz.

Dejar caer el agua por tu frente

y el pelo se te encrespa, más oscuro.

ha vuelto a abrir los ojos

y una sonrisa rompe el maleficio,

este breve paréntesis de insidia

que tiembla con el aire, como humo.

La mueva de tu alivio es una calma

y sé reconocer su contundencia.

Veloz hacia un destino

que nos llama sin conocernos,

el coche arranca y deja surcos en el arcén.

Queda sólo esta luz,

la aguja fiel de agosto

que horada cuanto toca,

más allá de nosotros.


Jordi Doce

en Gran angular,

DVD poesía.

domingo, 9 de septiembre de 2007

Extracto de una entrevista a Andrei Tarkovsky

Personajes bajo presión

–¿Cuál es la conexión entre sus películas?

–No lo sé. Usted mismo tiene que encontrar la conexión. Podría hacer la pregunta de otra manera: ¿Cuál es mi principal interés para empezar a hacer una película? En mis filmes hay ciertas situaciones que son repetitivas. Me interesan los personajes bajo una presión moral o ética, que están sufriendo una crisis o un momento de gran estrés. Esa persona puede salir adelante siendo mejor o puede sucumbir a la presión. Ese es un elemento común en mis películas: La infancia de Iván, Andrei Rublev, Solaris o El espejo. Me interesan los personajes que se desarrollan durante fuertes crisis morales. Me ayuda a expresar de una forma más profunda, más emocional, aspectos de la historia.

–Podemos decir que todos sus filmes acaban de forma optimista.

–Puedo explicarlo. Si la persona no puede soportar la crisis y se derrumba como resultado de ella, la película no puede terminar con una conclusión optimista. No entiendo qué rol puede jugar el optimismo o el pesimismo en el arte, porque el arte es un medio de alcanzar lo moral. Da a la gente la fuerza para abrir su alma al bien del que debe estar rodeada. El bien no puede ser sinónimo de nada negativo. El arte es moralidad, en su totalidad. Es imperativo que exista sólo en esta forma. Sino es así, no puede ser arte en absoluto. Todo lo que se denomina arte reaccionario, para mí significa no-arte. Con arte me refiero a un tipo de acción que se relaciona con algún tipo de esfuerzo moral cuyo objetivo es la mejora espiritual del género humano.


Entrevista de Risto Mäenpää a Andrei Tarkovsky,
publicada recientemente en El cultural, y rescatada de los archivos de la televisión nacional finlandesa gracias al Festival Punto de Vista.