viernes, 23 de diciembre de 2011

Feliz navidad

foto de Celia Perrin Sidarous
Tomada del blog fantomatik

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Retrato singular


Creo que tenía miedo de que me cogiera y me besara. Como toda mi historia gira en torno a él, quizá debería describirlo de forma más completa, y para hacerlo te diré que era un tipo alto y flaco con anchas y sobresalientes caderas, y un cuello alargado y fino. Su cuello me asustaba tanto como el resto de su cuerpo, a no ser que fuera su nariz, que era muy grandota, o que sus ojos melancólicos, que eran azul claro y muy pequeños, y que tenía hundidos muy dentro en la cabeza. Era mayor, pero no puedo decir cuánto, porque a los niños todo el mundo les parece mayor excepto los niños. Era el ser más feo que el que hubiera podido ver nunca en un libro de hadas, y yo suplicaba que no me dejasen solo en la sala de estar; y estoy seguro de que a menudo le pedía a mi padre y a mi madre que escogieran otras habitaciones, lo que nunca hacían, porque a ellos les caía bien Albert Nobbs.

George Moore
en La vida singular de Albert Nobbs.
Funambulista.
Traducción de Gonzalo Gómez Montoro.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Olvido García valdés


ganar un día cada día, llegar
a la noche y respirar, con cada movimiento
ir haciendo, del ritmo de la respiración,
aliento para llegar
al día.
_______


El invierno asedia a la doncella
HESIODO


como sombra entre sombras
llega la cuadrilla
de lengua múltiple y hablar
balbuceante; de andamios rodeada
la casa, ventanas encendidas y monos
azules a la luz; una leve
inclinación de cabeza corresponde
al saludo, de tan lejos y juntos
en la oscuridad vienen;
. .......................................salimos
cuando llegan, vacía la casa y en ella ellos
laborando la cáscara, cáscaras
de otro adentro.

_________

a Vicente Rojo

Es ahora marzo y es árbol el códice
enterrado, subterránea raíz de luz,
savia de cobre para los verdes aéreos.
Alma es el ojo concentrado, densa noche
oleosa, cabo de aceite el corazón.
(¿Y las chispas de lo ligero, de lo leve
y el jubilo?) El tesoro esta ahí (llamaradas
de lluvia, ensancharle cabida a la reiteración),
el consuelo del ojo, lienzo verónica de lo casi
invisible, caricia de justeza o de piedad
dulcifican de nocturnos humores. Bálsamo
la tibieza, el frescor de las mañanas
ahora que es marzo y blanco y
florecido el principio de mundo.
_______


A Silvia Tubert


Parece que habla sola, camina
Deprisa, aún es de noche, casi nadie
Circula por la calle, giro con el coche
a la derecha. Súbito viene el sueño:
era una niña –dijo- y el piano un regalo
de mi madre; no este piano hermoso, sino
una caja pequeña, ni siquiera pulida,
madera sin desbastar. De ella vino, sí,
de ella era la música.
________________La madre dona la
hermosura. Quizá no son cosas éstas
para hablar. Como mis gafas fallidas. Se ha vuelto
a levantar el tratamiento –admitieron-, película
craquelada. Son mis ojos. Indiferente
calle que atardece, boca de metro,
autobuses llegando a su parada en la placita
lateral. No para hablar. Hermosura
que nunca alcanzaremos. Es la madre
quien dona la cajita, la muerte dona, pureza
de un espacio aterido.
_________________Quisiera pintar el trino
del jilguero en el ciprés cuando amanece –enunció
como un sueño-. No oye bien
quien pinta y escucha: pinta, escucha.
Hacer música,
pulir la caja de madera. La burbuja
del don: ir hasta aquella hermosura sin ahogarse.

_______


¿Como se desprendió la mariposa?
¿Con que facilidad fue traspasada
la membrana que une huerto y cocina, en
vuelo de ávida, desplazamiento
de los humores y férreo querer
de los ojos? Zanahoria, berenjena
para la volátil, clavel rojo,
un broche de cristal
que dé impulso y no cierre
ansia de vuelo. Cabellos de ceniza
ardan en el fulgor.

Al lugar de praderas
y bosque de álamos negros. Incuba
en tu gruta el sueño y envíalo, deslízalo
fuera con algún animal
para que nos acompañe.


Olvido García Valdés
En Y todos estábamos vivos,
Recogido en Esa polilla que delante de mí revolotea. Poesía reunida (1982-2008).
Galaxia Gutenberg/ Círculo de Lectores.

martes, 29 de noviembre de 2011

Una cita






Koren Shandmi
en En carne viva.
Ediciones B.

martes, 22 de noviembre de 2011

Suzanne en el paraíso

Robert Capa


Suzanne lleva un abrigo de cuero
Sus piernas están aseguradas por multitud de puentes quemados.
Sus pantorrillas son turgentes como velas de balandro
en una límpida carrera, duras de tanto seguir la música
más allá de los mapas de cualquier público.
Suzanne lleva un abrigo de cuero
porque no es una civil.
jamás camina despreocupadamente ste Catherine abajo
porque con cada paso debe redimir
a las multitudes contrahechas y acecha el campo
de enormes granizos que jamás se derritieron,
hablo del cementerio.
¡Arriba! ¡Erguíos!
Suzanne pasa entre nosotros.
Lleva un abrigo de cuero. No se detiene
a vendar las fracturas entre las que camina.
No debe detenerse, no debe llevar
dinero consigo.
Multitud son los trabajadores de la caridad.
pocos sirven al lirio,
pocos sanan con la bruma.
Suzanne lleva un abrigo de cuero.
Sus pechos añoran el mármol.
El tráfico se detiene: la gente cae
de sus automóviles. Ni uno solo de sus más babosos
pensamientos son lo suficientemente salvajes
para construir la ciudad de cristal llena de hormigas
que ella astillaría con el tono de su peso.

Leonard Cohen
En Parásitos del paraíso.
Visor.
Traducción de Antonio Resines.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Armonía


UN avión surca el cielo de la tarde.
Desde la tierra
apenas es un punto en la distancia,
un matiz pasajero cuyo efecto
son dos surcos abiertos entre nubes,
y poco más.
Es destino del Hombre
es una trayectoria indeclinable
por burlar, una y otra vez, los límites
de la naturaleza.
Cuánta hermosura existe en los detalles
que sean nuestros días, y qué pocos
somos los que apreciamos
ese pequeño gesto de la luz
en el abismo.
Ocurre en estos casos
un extraño fenómeno: el ritmo
del tiempo nos lo marca nuestro espíritu,
el cuerpo ya se encarga de otras cosas
-esto es algo distinto-,
no se trata de Física
sino más bien de Química,
de estar en armonía con el cosmos
y con nosotros mismos.
En fin, nada es igual ni se repite:
aquella luz que surca el vivo cielo
no será para siempre.

Rubén Martín
en El minuto interior.
Ediciones Rialp. Premio Adonáis 2009.

viernes, 4 de noviembre de 2011

El principio del fin




Para Padilla recordaba Amalfitano, existía literatura heterosexual, homosexual y bisexual. Las novelas, generalmente, eran heterosexuales. La poesía, en cambio, era absolutamente homosexual. Dentro del inmenso océano de ésta distinguía varias corrientes: maricones, maricas, mariquitas, locas, bujarrones, mariposas, ninfas y filenos. Las dos corrientes mayores, sin embargo, eran la de los maricones y la de los maricas. Walt Witman, por ejemplo, era un poeta maricón. Pablo Neruda, un poeta marica. William Blake era maricón, sin asomo de duda, y Octavio Paz marica. Borges era fileno, es decir de improviso podía ser maricón y de improviso simplemente asexual. Rubén Darío era una loca, de hecho la reina y paradigma de las locas (en nuestra lengua, claro está; en el mundo ancho y ajeno el paradigma seguía siendo Verlaine el Generoso). Una loca, según Padilla, estaba más cerca del manicomio florido y de las alucinaciones en carne viva mientras que los maricones y los maricas vagaban sincopadamente de la Ética a la Estética y viceversa. Cernuda, el querido Cernuda, era un ninfo y en ocasiones de gran amargura un poeta maricón, mientras que Guillén, Aleixandre y Alberti podían ser considerados mariquita, bujarrón y marica respectivamente. Los poetas tipo Blas de Otero eran, por regla general, bujarrones, mientras que los poetas tipo Gil de Biedma eran, salvo el propio Gil de Biedma, mitad ninfas y mitad maricas. La poesía española de los últimos años, exceptuando, si bien con reticencias, al ya nombrado Gil de Biedma y probablemente a Carlos Edmundo de Ory, carecía de poetas maricones hasta la llegada del Gran Maricón Sufriente, el poeta preferido de Padilla, Leopoldo María Panero. Panero, no obstante, había que reconocerlo, tenía unos ramalazos de loca bipolar que lo hacían poco estable, clasificable, fiable. De los compañeros de Panero un caso curioso era Gimferrer, que tenía vocación de marica, imaginación de maricón y gusto de ninfo. El panorama poético, después de todo, era básicamente la lucha (subterránea), el resultado de la pugna entre poetas maricones y poetas maricas por hacerse con la Palabra. Los mariquitas, según Padilla, eran poetas maricones en su sangre que por debilidad o comodidad convivían y acataban –aunque no siempre- los parámetros estéticos y vitales de los maricas. Lo que sucede es que un poeta maricón como Leopardi, por ejemplo, reconstruye de alguna manera a los maricas como Ungaretti, Montale y Quasimodo, el trío de la muerte. De igual modo que Pasolini repinta a la mariquería italiana actual, véase el caso del pobre Sanguinetti (con Pavese no me meto, era una loca triste, ejemplar único de su especie).

Roberto Bolaño
En Los sinsabores del verdadero policía.
Anagrama.

martes, 25 de octubre de 2011

El Alma de Javier Moreno


RECUERDO HABERME MASTURBADO una vez pensando en mí mismo y no haber obtenido placer alguno. Mis uñas no tienen aristas y brillan como si estuviesen pintadas de laca. Me gusta la cocina china, la cocina hindú, la cocina italiana, la cocina japonesa y la cocina mexicana. soy capaz de cocinar con solvencia al menos media docena de platos de cada una de ellas. No sé nada de la cocina astraliana ni de la chilena. Como de todo salvo casquería y órganos internos. Los cátaros me resultaron simpáticos durante una época de mi vida. Al hacerme mayor descubrí con sorpresa que el mundo estaba lleno de ellos. De pequeño tenía los pies planos. Quizás los siga teniendo. De adolescente tuve escoliosis. Mi corrección anatómica es impuesta. Bromeando con mis amigos digo que soy la Ana Obregón de las ortopedias. Creo que el hombre nunca llegará a Marte. Hasta los veinte años no escribí una sola palabra que tuviese que ver con la literatura. Sigo sin saber muy bien de qué hablo cuando uso esa palabra. Quizá lo mejor sea no intentar hacer literatura. tan solo escribir, a secas.

Javier Moreno
en Alma.
Lengua de trapo.

jueves, 20 de octubre de 2011

La desconocida


MIENTRAS tú duermes,
a mí me despierta tu sueño,
esa extraña sensación de saber
que en este mismo instante
estás cruzando
mi ciudad en un tren nocturno,
y que ya nunca nos encontraremos.



José Gutierrez Román
en Los pies del horizonte.
Rialp. 2011.

La osamenta


DEBIERA uno vivir su vida lejos de sí mismo.
Lejos de todas las nubes de su infancia
Y de la tempestad del mediodía.
Lejos de la aspereza de los sueños más lúcidos,
Esos en los que cada rostro cobra una historia
Sancionada después en pingües callejeros,
En brújulas de saldo con agujas que hieren
O nada más que estrellas.
Lejos de la vejez que sólo es un invento
Y los colores que no existen
Aunque uno se desmuera por buscarlos.
Ceniza maloliente de tantos despertares.
Mano fría que quema cuanto toca.
Osamenta que dice
Lo que la piel humanizada calla


Alberto Chessa
en La osamenta.
Rialp. 2011.

viernes, 14 de octubre de 2011

Poemas de Mary Jo bang


Háblame


Háblame, le dijo él.
Se inicia la narración y nos ocupamos de los matices.
La suerte de gramática. El color y el tono
del tiempo verbal. Siempre hay una excepción
pero siempre una regla.
El lenguaje a la deriva

de la vida cotidiana.
Háblame y cuéntame qué
pasa en el mundo. Y eso del hombre
que se convierte en piedra.
Como Sísifo, ella carga con un niño
hasta que aparece de nuevo por detrás sobre

la línea del horizonte del abismo del desastre.
La lluvia se ha demorado un poco.
El sol de la escena se percibe
en la multitud de motas que fluyen en el lumen de la lámpara.
Un trávelin arrastra la lámpara hacia atrás
hasta que el punto amarillo llega a ser mucho

mayor. ¿Qué orilla del lago, pregunta él,
está más cerca del Leteo?
...


Apertura
(2)

Abre la puerta y mira dentro.
El gato negro mágico araña el sofá.
La lámpara de medianoche va perdiendo luz.
Una mujer se quita la ropa.
Su pijama ha sido planchado
y se mete en una cama de flores.
Ofelia yace en el estanque del parque,
huérfana por un instante en la oscuridad.
Cántame una canción, tesoro, te lo suplico.
...



Ahora

Ahora, dijo ella, ¿sabes
cómo me siento? No, dijo él,

no sé nada.
Soy solamente, como tú me has descrito,
ceniza en una urna. No, dijo ella,
eso no es lo que quería decir

cuando lo dije. Eres todas las cosas
y además eso. Es la ironía

del lenguaje quien te ha descrito así.
Reducido

al después del dolor
que durará toda mi vida. El dolor

hasta la raíz del pelo de una madre
cuyo hijo ha sido barrido del mundo
por la escoba punzante
de todos sus fallos involuntarios.

Lo que ella había querido decir es que
el cuerpo como ceniza es insuficiente.

Mary Jo Bang
en Elegía.
Bartleby Editores.
Traducción de Jaime Priede.

lunes, 12 de septiembre de 2011

B

Annè Oloffson


Cuando dejo de ser flor,
molesto.

Pero lo duro era ser, lo
. ....................................... infatigablemente aciago.

Que yo contrajese alguna seria dolencia
favorecía enormemente a mi proyección literaria.

Como no encuentre trabajo, me marcho a Las Vegas.
En los Estados Unidos soy más guapa que en ningún sitio.

Pero he sido antipática y pretenciosa,
he sonreído por mi propio interés,
la ajetrada capitalista sexy;
compensé por mis días de importancia.
Ser
es lo difícil.
Cuando hablé sólo contemplaron mis labios.

¿Si me tomo un descanso eso
me hará irresponsable?
¿si soy vulnerable
seré pisoteada?
¿si me fuesen peor las cosas
me querríais acaso más?

Una profusa navaja es el proyecto de la identidad,
un ruiseñor mecánico la tarde.
Tanto souvenir acabará con Notre Dame
¿Dónde estabas cuando te necesité?


Yolanda Castaño
en Profundidad de campo.
Edición bilingüe. Traducción de la propia autora.
Visor. 2009.

miércoles, 31 de agosto de 2011

Zatopek


Al cabo de esos seis años, la hermana mayor del socialismo y sus apoderados praguenses, que han convertido a Alexander Dubcek en jardinero, deciden que Emil regrese a la capital, pues se les ha ocurrido la idea de ascenderlo y convertirlo en basurero. La idea parece buena, ya que la intención es humillarlo, pero no tarde en demostrarse que no es tan buena. En primer lugar, cuando Emil recorre las calles de la ciudad tras el camión con su escoba, la gente lo reconoce de inmediato y todo el mundo se asoma a las ventanas para ovacionarlo. En segundo lugar, como sus compañeros de trabajo se niegan a que él recoja basura, se limita a correr a pequeñas zancadas, en medio de los gritos de aliento como antes. Todas las mañanas, a s paso, los habitantes del barrio donde le toca trabajar a su equipo bajan a la calle para aplaudirle, vaciando ellos mismos su cubo en el camión. No ha habido en el mundo basurero tan aclamado. Desde el punto de vista de los apoderados, la operación resulta un fracaso.

Lo apartan rápidamente de ese puesto y prueba con dos o tres más, en el desempeño de los cuales persiste el problema de su popularidad. Como último recurso, acaban facturándolo al campo, donde hay menos gente que en la ciudad, donde esperan que llame menos la atención y donde se le destina a labores de explanación. Oficialmente declarado geólogo, el trabajo de Emil consistirá ahora en cavar agujeros para colocar postes telegráficos. Transcurren dos años y se convoca a Emil ante un comité que ya no lo llama camarada. Le alargan un nuevo papel, sugiriéndole con firmeza que lo firme.

En ese documento, Emil confiesa como dictan las normas sus errores del pasado. Que se equivocó apoyando a las fuerzas contrarrevolucionarias y a los revisionistas burgueses. Que no hubiera debido apoyar ese asqueroso y reaccionario manifiesto de las dos mil palabras. Se declara muy satisfecho de la situación actual en general y muy contento de su vida personal en particular. Asegura que, pese a los rumores, no ha sido nunca basurero ni peón. Que en ningún momento se le ha procesado ni degradado, y que no necesita cobrar s retiro de coronel en la reserva. Que percibe un sueldo sobradamente satisfactorio por su trabajo en las excavaciones geológicas, función en la que ha descubierto un mundo nuevo y apasionante. Y firma. Firma su autocrítica, qué otra cosa va a hacer para vivir en paz. Firma y, poco después, recibe el perdón. Se ha acabado el purgatorio. Le asignan un puesto, en Praga, en el sótano del Centro de Información de los Deportes.

Bueno, dice el dulce Emil. Archivista, puede que no mereciera nada mejor.

En Correr
de Jean Echenoz.
Anagrama.

jueves, 14 de julio de 2011

La música en Julio Rodríguez


JAZZ

Yo conozco el estambre
de tu ausencia,
esta toga tristísima,
resbaladiza, sobria,
como la tela
negra
de un paraguas.



LUZ

Tu amor, que comenzó como una hilera
finísima de cielo en las paredes
dormidas de mi cuarto,
ha terminado por llenarlo todo
de luz, de tanta luz
que abrasa.




POP

Yo sé bien que tus labios
son pop-corn,
nubes en grano,
aire,
puro aire,
dulce maíz hinchado
para mis labios.



BLUES


A pesar del silencio,
yo sé bien que mi nombre
se desboca en tu boca, habita
en mitad de tu boca, como
una bala de plomo en un revólver.



Julio Rodríguez
En Naranjas cada vez que te levantas.
Visor.

lunes, 4 de julio de 2011

Ne bis in idem

La espera de Oelze


Durante este verano
cruza el cometa Halley nuestro cielo.

Sobre la arena fría
te escucho hablar acerca de los cúmulos
de gas incandescente
que, desde lo remoto,
ilustran esta noche y se consumen.
Me dices que son muchos los ejemplos
de cosas que se queman para ser,
que existir y gastarse son sinónimos,
también, al referirse
al hombre y al amor.
Encuentro en tus palabras
un tono de asunción desconocido.
Como si descubrieses
que este tiempo no vuelve, sólo va,
e intuyes que al regresar el Halley,
tras setenta y seis años,
no podrán repetirse
las cenas en la playa,
los relatos de Robert Louis Stevenson,
los mapas estelares.

Inma Pelegrín
en Óxido.
Pre-textos.

lunes, 27 de junio de 2011

El evitacionismo


Seth
en La vida es buena si no te rindes.
sins entido.

jueves, 23 de junio de 2011

ESCENA

Ken Rosenthal



Entra por la ventana
la claridad como si el día
hubiera florecido con la nieve
de las ramas que asoman por la tapia.

Sobre la mesa, el limpio
reposo de la luz
en el agua de un vaso;
el halo que proyectan en el suave
tapete los cristales de unas gafas
para vista cansada;
aún tibia la ropa
recién planchada
y olorosa a las manos de mi madre.

Perduran no sé dónde
los objetos y vuelven
de dentro de nosotros y componen
esta escena que ahora me conmueve.



José María Antón Morla
en El don de la luz.
Jizo de Literatura Contemporánea.

martes, 14 de junio de 2011

Vocación de escritor


-Sabes, a mí me ocurre muchas veces lo mismo que a ti, y entonces lo escribo en mi diario. Tú no estás sola, de veras que no. Tú no estás sola.

Miriam no manifestó reacción alguna, ni siquiera cuando Micha le prometió:
-Si quieres, te los leeré mañana, me refiero a mis diarios.
A continuación se despidió y se dirigió como una exhalación a su casa, colgó un Prohibido el paso en la puerta de su habitación y puso manos a la obra. Porque el problema era que Micha jamás había escrito un diario. Y ahora no le quedaba más remedio que hacerlo.
...

Cuando llegó a casa de Miriam con sus diarios, Micha la encontró tumbada en la cama tan apática como el día anterior, con la mirada clavada en el techo de la habitación. Micha cogió el primer diario y se lo enseñó:
-Fíjate -le dijo-, en esta época yo, más que escribir, garabateaba.
Miriam no mostró la menor reacción.
-Bueno, voy a empezar -comentó Micha carraspeando-. Leeré en voz alta: "Querido diario, hoy ha sido un día importe porque hemos aprendido la eme. Ahora vale la pena comenzar el diario, porque al fin puedo escribir una palabra importantísima que hasta hoy sólo podía pensar: ¡MIERDA!".
Miriam sonrió. Micha, que no quería que le interrumpieran nada más empezar, advirtió:
-Un momento, un momento, que todavía sigue...
Pero de repente se detuvo y comprendió que Miriam había vuelto a la vida. Percibía las cosas, escuchaba, reaccionaba, ¡sonreía! Micha estaba radiante de alegría:
-Has... he...
Miriam exhibió una sonrisa resplandeciente y, al final, le rodeó el cuello con sus brazos, lo atrajo hacia sí y cumplió por fin su promesa: le enseñó cómo besan los occidentales.

___________________


Quien de verdad quiera conservar en la memoria lo sucedido, no debe entregarse a los recuerdos. el recuerdo humano es un proceso demasiado agradable como para retener el pasado; es lo contrario de lo que pretende ser. Porque el recuerdo puede más, mucho más: realiza con tenacidad el milagro de concertar la paz con el tiempo ido, en la que se volatiliza cualquier asomo de rencor y el blando velo de la nostalgia se deposita sobre todo lo que se percibió como duro acerado.

Las personas felices tienen mala memoria y hermosos recuerdos.

Thomas Brussig
en La Avenida del Sol.
Siruela.

miércoles, 8 de junio de 2011

Premonición

A.E.E.C.R


Alguna vez, de forma pronta
y visualmente, me ha ocurrido
tener conciencia de mi muerte
(o nuestra muerte).
En un país
populoso y soleado, del Medio
oriente o del Norte de África,
al volver un mediodía del mercado,
bajo el brazo los periódicos
que hablen de nuestra patria...
Y parece que lo haya visto
en un film de Yolmaz Güney.

Acaso contemplarías tú la escena
tras los cristales. Nos miraríamos
así unos instantes, con la sensación
que poseyera el alma de Panagulis
en el momento de estallar en su coche
por la carretera nocturna, recta
hacia el mar, en Vouliagmeni,
aquella madrugada de un Primero
de Mayo de hace veinte años.

Unos minutos rápidos mis ojos
en tus ojos se detendrían
para la despedida última,
con la ternura acostumbrada
entre nosotros, y en la confianza
mutua y sin patetismos de nuestra
amistad.
Después, tú, si acaso
me sobrevivieras, comprenderías
la significación de mis palabras
de aquella otra noche de un verano
ya lejano, durante la velada alegre
con los amigos de otro tiempo y otro
ambiente sensible a las artes,
elegante, lujoso, cultivado...

En ese país de nuestra elección,
económicamente pobre, voluptuoso
de hábitos, y también austero,
la muerte, que me vendría de repente
(en atentado múltiple o por infarto),
cerraría, al fin, el ciclo de una vida
imperfecta pero sin rencor, envidia
ni ambiciones, susceptible sólo
a la injusticia, apasionada.
Mientras,
el fantasma que no logró ser exorcizado
por la acción de los poderosos seguiría
asediando a Europa, los restantes
continentes, cada rincón e isla
del planeta.
Y con una oración
de moribundo se cerrarían mis labios;
mas no así mi corazón, que enterrado
en su tumba común, ahogaría apenas
su grito:
"!Ah, no estar yo presente
en todas las ocasiones de infamia".


Soren Peñalver
en Cantos del peregrino.
Museo Ramón Gaya.

jueves, 26 de mayo de 2011

Dos poemas de Consumir preferentemente

Foto de Julie Forbeau

FORGOTTEN

Porque el olvido estuvo siempre detrás de una ventana o unos labios
porque la muerte nos aguarda indiferente para pulsar
la tecla off del corazón
porque la lluvia nos reúne en la tristeza
porque tus besos de yogur me hicieron daño
porque si alguna vez, o dos, miras el mar, verás que solo hay nieve
porque te quiero absurdo como soy.


______________________


POSTDATA

Aún sigo rebañando tu último beso.


Raúl Vacas
en Consumir preferentemente.
Anaya.

lunes, 23 de mayo de 2011

Traducción de Ulises o los heroicos buzos de piedra

Foto de Fontcuberta


El lenguaje yace en lo más hondo del océano, piedra eterna indiferente a las mareas. Lo miran las sirenas con sus profundos ojos, y lo pronuncian cosiéndolo en la boca de los hombres naufragados. Ellos luchan por hacerlo aire en su lengua, carne en su viaje. Pero la palabra siempre les alcanza, no la alcanzan ellos.

Toda lengua es un anzuelo. Todo anzuelo una pregunta. Las sirenas gritan con labios pétreos y tiran de la lengua de los hombres para que éstos digan su lenguaje bajo el agua.

Ellos, que no entienden nada, balbucean el único aire que les queda hasta ahogarse. Después, van regresando muertos, poco a poco, hasta la superficie donde flotan y son pasto de los peces.


Óscar Curieses
en Dentro.
Bartleby Editores.

martes, 10 de mayo de 2011

Dos poemas de Curación

Foto de Ario Wibisono

El miedo transparente


Debajo de las uñas
está el hombre del saco
viviendo en su guarida
de túneles y huesos.

Con el rastro de las camas
recién hechas
solía fabricar
esencias de bostezos
para niños insomnes
que quisieron crecer antes de tiempo.

Debajo de la lengua
habita la serpiente
del primer paraíso.

a veces juguetea
con los labios dormidos
de las bocas pequeñas
y finge una sonrisa,
y se olvida que ha sido
el origen del llanto.

Dentro del corazón
anidan los murciélagos
bebiéndose la sangre
de los días que pasan lentamente.

La verdad se disfraza
de fantasma sonámbulo
y recorre las puertas
pidiendo caramelos.

Debajo de la piel
tejieron una capa invisible
las arañas;
el miedo es transparente
y a veces lo confunden con el alma.



En la tienda del taxidermista

Entro de puntillas
en la tienda del taxidermista,
los animales me intuyen
desde sus pedestales,
varias cabezas de venado
adornan una gran chimenea
donde el fuego no quema,
son tiras de papel iluminadas
que quieren seducirnos
haciéndonos creer
que estamos en la casa
de un viejo cazador
que nos espera.

¡Qué extraña sensación!
¿A qué he venido?
He cruzado un gran bosque
de caminos estrechos
detrás de una palabra
que en el fondo me asusta.

He aparcado mis miedos
y me dejo llevar:
con la curiosidad de los felinos
rastreo con sigilo
el lugar que visito;
cuando avanzo hacia dentro
descubro con sorpresa
que el espacio es inmenso,
parece una gran nave
de rincones fingidos,
salones decorados
con el eco salvaje
de muchas cacerías.

Una selva cautiva
habita en la penumbra
de esta tienda escondida
en el margen dormido de las sombras.

Los pájaros
con las alas abiertas
colgados con un hilo,
las pieles de las cebras por el suelo,
y el gran oso polar
erguido como un hombre
que quiere abrazarme.

El arte del instante detenido,
después de vaciar
la esencia de la vida
que los hizo existir,
con una maquinaria
de órganos viscosos
que se sincronizaba.

Eran majestuosos
en cada movimiento,
eran la perfección salvaje de la tierra
condensada en el aire
de su respiración.

Ahora todo parece
un ocaso de polvo ensimismado,
un espejismo inmenso
de tela transparente
que afila sus cuchillas
y me roza la nuca.

Estoy en el lugar equivocado,
no quiero que mi mires,
no quiero que me saques las entrañas,
no quiero ser la pieza que te falta
en este cementerio de animales heridos,
en esta colección de seres desolados,
no quiero que rehagas la forma de mi cuerpo,
ni llenes de serrín el lugar de mi alma.

No me asusta que tengas
las manos de un gigante
ni que cierres con llave
las puertas de la tienda.

No me intimida ese gesto
de placer venenoso
que imagina mis ojos
guardados en un frasco,
mientras buscas cristales
de miradas ausentes
que puedan parecerse
a esa forma que tengo de mirarte.

Qué equivocado estás
cuando te acercas
y quieres convencerme
para que no me resista
en este forcejeo
donde sólo te preocupa
que mi piel no se dañe.

¿Cuántas horas me quedan
jugando al escondite
en esta tienda
de escenografías huecas?


Ana Merino
en Curación.
Visor poesía.

lunes, 9 de mayo de 2011

El poema

Foto de Teun Hocks


Y ahora, aquí está frente a mí.
Tantas luchas que ha costado,
tantos afanes en vela,
tantos bordes de fracaso
junto a este esplendor sereno
ya son nada, se olvidaron.
Él queda, y en él, el mundo,
la rosa, la piedra, el pájaro,
aquellos , los del principio,
de este final asombrados.
¡Tan claros que se veían,
y aún se podía aclararlos!
Están mejor; una luz
que el sol no sabe, unos rayos
los iluminan, sin noche,
para siempre revelados.
Las claridades de ahora
lucen más que las de mayo.
Si allí estaban, ahora aquí;
a más transparencia alzados.
¡Qué naturales parecen,
qué sencillo el gran milagro!
En esta luz del poema,
todo,
desde el más nocturno beso
al cenital esplendor,
todo está mucho más claro.



Pedro Salinas en
Todo más claro y otros poemas.
En Poesías completas.
Debolsillo.

lunes, 25 de abril de 2011

De Rapsodia

Foto de Cornell Capa


El tiempo nuestro es ya de despedida:
con los adioses viene el viento al pámpano,
como en Valpolicella oscurecida
en la mano de tinte del invierno:
parques, lejanas estaciones pasan
por andenes de invierno, por los cerros
que pierden su color al ser tiznados
en los cristales por la luz que piensa:
así vamos al centro, no a la huida
o a lo abismal, sino al clavel del tiempo,
que nos ve en un espejo llameante,
en un planeta de agua incandescente.
Así las nubes en su oficio pasan,
como Santa Compaña o estantigua,
como la romería del rosal:
no Monsalvat, no Camelot ni Trípoli,
sino el santo Grial de nuestros sueños.
Y de toda la vida, este puñado,
esta gavilla de claveles queda:
tanta palabra por decir tan sólo
la esclavina de plata del amor.

Pere Gimferer
en Rapsodia
Seix Barral.

martes, 5 de abril de 2011

Con un gran trecho del camino andado

Foto de Mauricio Palos

A estas alturas, nadie -ni yo mismo siquiera-
podría ya quebrar ni desdecir
aquel sueño que tuve cuando era adolescente
y en el que desde entonces ha estado sustentada
por entero mi vida, un sueño que en el sueño
del existir razón de ser me ha dado
y hoy es regazo y júbilo.
Soñó
el joven soñador que en mí habitaba
con alguien que era él mismo al cabo de los años,
muchos años (su pelo, blanco o gris),
y que hacia atrás miraba meditando conforme
-hasta donde es posible hacerlo sin jactancia
y sin los subterfugios de la falsa humildad
en la labor que había con amor realizado
a lo largo del tiempo.
Esa ocasión
entrevista en el sueño es la que vivo ahora,
la que esta tarde ocurre. Y la tarea
en la que meditaba el hombre imaginado,
el que he llegado a ser, es la que ha sido
más hondamente mía: este trabajo hermoso
de encontrar las palabras verdaderas
-inconfundibles en su ser, pues siempre
nos hablan desde dentro de las cosas-;
las que a su modo dicen el misterio que entraña
cuanto alienta y se afirma;
las que con claridad de agua o cristal pronuncian
la alegría y las lágrimas del vivir y se posan
temblando en el papel, junto a la música
con la que van naciendo.
Sé muy bien
que no fui yo quien hizo los poemas
que en mis libros figuran. Fueron ellos
los que a mí me crearon, los que han ido
poco a poco tejiendo el nombre que me nombra,
la identidad que tengo.
Mas aunque sólo soy
quien con el alma en vilo ayudó como pudo
a que su luz posible aconteciera,
cuánta satisfacción siento en mi pecho
ahora que anduve ya gran parte del camino,
qué compasivo el mundo y qué deseo
de seguir en la brecha mientras la vida dure,
para que el sueño aquel que soñé de muchacho
hasta el final se cumpla.

Eloy Sánchez Rosillo
en Sueño del origen.
Tusquets

martes, 29 de marzo de 2011

Cerca del dolor

Foto de Erik Johansson

Lo siento dentro ahora, siempre, una presión
firme sobre todo el cuerpo,
como si me tuvieran sujeta en una prensa de flores.
Temo que suene el teléfono:
una voz me lo dirá aunque yo no esté lista,
aunque no haya encontrado un lugar,
aunque no sepa qué pasará con él,
a dónde irá. Siempre pensé
que guardaba una salvación para él, oculta,
incluso ante mis propios ojos, dentro de mí.
Pero no sé quién será él entonces, cuando suene el teléfono,
dónde estará, no tengo nada que darle, ni una red,
ni siquiera un cielo para salvarlo.
Me enseñó el mundo, la noche, el sueño, el cuerpo
del hombre en toda su belleza y su terror,
él dispuso ese paisaje para que yo
regresara a él a través suyo, y yo volveré
para darle cuanto me dio:
el mundo, la noche, el sueño, la belleza, el terror.

Sharon Olds
en El padre.
Bartleby editores.
Traducción de Mori Ponsowy.

martes, 22 de marzo de 2011

Emily Dickinson: Poema 360


La muerte da significado a Cosas
en las que el Ojo apenas se detuvo
a menos que un Difunto
nos pida con ternura

que contemplemos sus pequeñas Obras
al Lápiz, o de Lana,

"Fue lo último que hizo con Sus dedos"-
diligentes hasta el momento-

en que el Dedal pesaba demasiado-
la aguja se detuvo -por sí misma-
y fueron colocados entre el Polvo
en las estanterías del Armario-

Tengo un libro -que me entregó un amigo-
Con el Lápiz aquí y allá-
había señalado donde le apetecía-
Descansan -ya Sus dedos-

Y ahora -no leo- cuando leo-
pues las intrusas Lágrimas-
destruyen los Grabados
de Modo Irreparable.

Emily Dickinson
en Poemas a la muerte.
Bartleby Editores.
Traducción de Rubén Martín.

domingo, 6 de marzo de 2011

De los idiomas comunes

Imagen de Thomas Karsten
OFRENDA


Toma, este es mi cuerpo,
Ha vivido tempestades y lleva dentro animales pequeños
que por su nombre podrían ser dinosaurios.
Toma, este es mi cuerpo,
te estaba esperando,
cada mañana lo perfumo y a menudo
no me deja dormir,
si te fijas bien verás que en los recodos
tiene la forma de tus manos.

Toma, este es mi brazo, tuyo,
este es mi labio,
tuyo,
este es mi cuerpo y enseguida
piel,
entrañas,
tuyo,
se va a poner a llorar de amor,
naranjas, viento,

toma,
este es mi cuerpo,
te estaba esperando,

a veces no estás y no es nada,

a veces cuerpo,

a veces voz.




ACCIÓN DE GRACIAS


Estar
un poquito en la calle y un poquito en los libros,
tener
al menos un amor que haya cambiado el mundo y un puñado de amores menos eternos
que formen entre todos el país donde se quiere vivir

por lo demás,
ser
una casa con ventanas abiertas,
viento y sol, una cama con alguien,
proyectos,
el pasado presente, el futuro olvidado,
un par de carencias,
la mar,
la salud que no falte,
la risa siempre a punto,

gozar
de los amigos en cuya presencia
nada ha fallado nunca.

No pedir más.

Laura Casielles
en Los idiomas comunes,
Poesía Hiperión.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Sobre la educación física




Si me miras con atención puedes saber
que he elegido cumplir mi sueño más grande:
permanecer ante tu cuerpo,
no tener nada, y poder perseguirte.

Por eso a veces te digo
que mi amor no está cerca,
por eso a veces no vuelves a saber nada de mí
en toda tu vida.
¿Quién eres tú
que has intentado ocupar todas las partes de mi vida,
que has intentado ser este y el otro?

Yo quisiera llegar a la calle con mi sueño
después de días sin hacer nada,
porque he luchado por ese amor extraño
en el que no hace falta nada más
que dos heridas.

Quisiera llegar a tu cuerpo marcado
como si mi vida dependiera de tu respuesta,
como si no hubiera hecho otra cosa que buscarte,
igual que las primeras veces,
cuando mi deseo aún no tenía forma,
como la primera vez que salí a la calle
y los amigos no estaban,
y todos los amores se precipitaron.


Pablo Fidalgo Lareo
en La educación Física.
Pre-textos.

lunes, 28 de febrero de 2011

Arte y vida




¿Conoces esa lechera de un Vermeer? Ensimismada
en el acto de verter un pequeño flujo de leche.
Impresiona en el Mauritshuis Museum de La Haya
ver lo blanca que es, y lo real, como ante alguien
que lee su propia poesía o canta en un coro, crees
estar viendo su alma, un animal concentrado en su quehacer,
una ardilla, su pelaje resplandeciente en otoño, que se estira
bajo una delgada rama para alcanzar la baya madura
de un espino, prueba la rama con su peso,
se queda quieta cuando se inclina, estira luego con cautela una pata.
Nada hay menos ambiguo que la concentración de un animal
y por eso celebras, admiras incluso, que la atención de ella,
ajena a ti, sea tan vívida, y te provoca melancolía
no obstante. Nada mejor que ser la fiel sirviente
y como pensamiento suyo, el influjo de leche.
En La Haya, en la cafetería de empleados, me pregunto
quién será el restaurador. La chica rubia
en el reservado, chaqueta japonesa de marca, que picotea
el requesón -¿Requesón y pastel? El azúcar
del pastel ya había sufrido su transformación en el horno
mucho antes de que se despertara. Parece una persona
que calcula precios y decide conformarse con eso.
Es algo que se percibe cuando su blanca boca ensimismada
acepta los bocados de pastel con el azúcar reposada.
O el hombre mayor, pelo castaño encanecido, chaqueta de lana marrón,
zapatos marrones de ante como el instante en que alboroto y puesta de sol
se unen y desvanecen. Una boca conformada a base de ironías privadas,
como si hubiera asistido callado a demasiados encuentros con personas
que le parecían más poderosas pero mucho menos inteligentes que él.
¿O ese tipo delgado como un silbido, el pelo negro peinado hacia atrás
con la forma en zigzag de un rayo en la nuca?
No sé si existe realmente un arquetipo. Me hubiera gustado
hacerle una entrevista. ¿Qué haces en la vida?
Sólo soy un acólito. Mondo el tiempo, con mucho cuidado,
de las delgadas capas de pintura en lienzos de hace trescientos años.
Restituyo la leche que fluye bajo la pintura oscurecida
del cántaro que sujeta la mujer representada, joven, su mejilla
rosa y ligeramente de amarillo, fortuna de la luz
que casi la toca a través de la ventana que la refracta.
Soy el sirviente de un ademán tan perfecto, de un cuerpo
tan en armonía, que se convierte en un pensamiento, tan ensimismado,
y, aunque apacigua el deseo, lo provoca infinitamente.
Pero ni la conoces ni la vas a poseer, ni tú
ni nadie. El hombre de negro debe de ser un ayudante del conservador.
Mira como si pensara que él es la obra de arte. Por todas partes
en La Haya ese olor de tierra baja a sal marina.
No sabemos nada de la madre de Vermeer.
Obviamente suplanta ahí su pezón, toma
toda la tradición de la Virgen y la transforma en luz y leche
con ese hábito tan meticuloso de imaginar las geometrías
de la composición que opera en él. Y en ella: robusto cuerpo alemán,
luz tenue, habitación muy sencilla.
El exquisito tapiz rojo que su piel, quizá teñida
un poco por la aspereza de una toalla, adquiere.
Y esa estacada que mueve la nostalgia
hacia lo sombrío y el aturdimiento, se agradece después.
Uno de vosotros toca la vena del cuello del otro,
siente el pulso de la impresión, la corriente de un río
o el flujo de leche. Quién desea el paraíso oriental de la Amida
cuando existe todo este mundo para probar con la lengua,
tocar con los dedos, vello como hilos de seda
que se alisa en los brazos del otro, en las piernas, bajo la espalda.
Entonces hablas. Siempre esa otra impresión
de la vida concreta, la vida vivida, una madre en un asilo,
pudiera ser, una persona difícil, dolida o vengativa.
El chismorreo de los otros sirvientes. Un hermano que trabaja
en una posada y tiene grandes planes.
Escuchas. Aprendiste hace tiempo la regla
de no pensar lo que vas a decir a continuación
cuando está hablando la otra persona. Una parte de ti
la sorbe como leche. Algo en ti empieza a notar
que somete a prueba la decepción consigo misma en el acopio
de una complejidad indolentemente formulada. La observas
menear la cabeza para corregirse; percibes
que tiene una mente que quiere hacer las cosas bien.
El temblor de su cuerpo arrulla una noción
a lo largo de tu costado y te estiras para sentir de nuevo
la humedad que nos corresponde en lugar de la luminosidad
de la pintura. Más tarde, en una de esas rutas la mente
retorna de nuevo sobre sus pies, habla de
Hans, el mayordomo, cómo fuerza a la chicas
y luego reza con fervor los domingos a cada hora.
Es domingo. Se está vistiendo. Habéis acordado
pedir un taxis para que la lleve con su madre
a Gronigen. Está contenta, se pone un poco mimosa,
hace su pequeño primer gesto de posesión
al cepillar tu chaqueta. Afuera se oye
el ruido de los cascos de los caballos sobre los adoquines.
Es el momento en que las obligaciones para con la vida de otra persona
parecen insoportables. Siempre queremos volver a nacer
pero en realidad hacerlo, ¿te das cuenta?
Parece redundante. Ésta es la vida que te eligió
y que tú elegiste. Aquí tienes el cepillo, la crin,
el pelo del tejón, la barba del macho cabrío, la arena.
Y el olor de la pintura. El volátil, acre aceite
de linaza, semilla de colza. Aquí está el hedor de la esencia
de pino en un bote de trementina. Aquí está la mano,
la mancha de la muñeca, el escarceo del tendón en el golpe de pincel. Aquí
la nube, el agua del lago alzándose una mañana de verano,
polvo y polvo y polvo de tiza, la humedad de la pintura
que se adhiere al entramado de lino del lienzo, aquí
está la fidelidad de capas sobre capas sobre capas de pintura.
Hay algo que permanece de un modo inaprensible,
sigue vivo porque no lo podemos poseer.



Robert Hass
en Tiempo y materiales.
Bartleby Editores.
Traducción de Jaime Priede.

martes, 22 de febrero de 2011

El olvido


Todos estamos condenados al polvo y al olvido, y las personas a quienes yo he evocado en este libro o ya están muertas o están a punto de morir como mucho morirán quiero decir, moriremos- al cabo de unos años que no pueden contarse en siglos sino en decenios. "Ayer se fue, mañana no ha llegado, / hoy se está yendo sin parar un punto,/ soy un fue, y un será, y un es cansado ..." decía Quevedo al referirse a la fugacidad de nuestra existencia, encaminada siempre ineluctablemente hacia ese momento en que dejaremos de ser. sobrevivimos por unos frágiles años, todavía, después de muertos, en la memoria de otros, pero también esa memoria personal, con cada instante que pasa, está siempre más cerca de desaparecer. Los libros son un simulacro de recuerdo, una prótesis para recordar, un intento desesperado por hacer un poco más perdurable lo que es irremediablemente finito. Todas estas personas con las que está tejida la trama más entrañable de mi memoria, todas esas presencias que fueron mi infancia y mi juventud, o ya desaparecieron, y son solo fantasmas, o vamos camino de desaparecer, y somos proyectos de espectros que todavía se mueven por el mundo. en breve todas estas personas de carne y hueso, todos estos amigos y parientes a quienes tanto quiero, todos esos enemigos que devotamente me odian, no serán más reales que cualquier personaje de ficción, y tendrán su misma consistencia fantasmal de evocaciones y espectros, y eso en el mejor de los casos, pues de la mayoría de ellos no quedará sino un puñado de polvo y la inscripción de una lápida cuyas letras se irán borrando en el cementerio. Visto en perspectiva, como el tiempo del recuerdo vivido es tan corto, si juzgamos sabiamente, "ya somos el olvido que seremos", como decía Borges. Para él este olvido y ese polvo elemental en el que nos convertiremos eran un consuelo "bajo el indiferente azul del Cielo". Si el cielo, como parece, es indiferente a todas nuestras alegrías y a todas nuestras desgracias, si al universo le tiene sin cuidado que existan hombres o no, volver a integrarnos a la nada de la que vinimos es, sí, la peor desgracia, pero al mismo tiempo, también, el mayor alivio y el único descanso, pues ya no sufrimos con la tragedia, que es la conciencia del dolor y de la muerte de las personas que amamos. Aunque puedo creerlo, no quiero imaginar el momento doloroso en que también las personas que más quiero -hijos, mujeres, amigos, parientes- dejarán de existir, que será el momento, también, en que yo dejaré de vivir, como recuerdo vívido de alguien, definitivamente. Mi padre tampoco supo, ni quiso saber, cuándo moriría yo. Lo que sí sabía, y ese, quizá, es otro de nuestros frágiles consuelos, es que yo lo iba a recordar siempre, y que lucharía por rescatarlo del olvido al menos por unos cuantos años más, que no sé cuánto duren, con el poder evocador de las palabras. Si las palabras transmiten en parte neutras ideas, nuestros recuerdos y nuestros pensamientos -y no hemos encontrado hasta ahora un vehículo mejor para hacerlo, tanto que todavía hay quienes confunden lenguaje y pensamiento-, si las palabras trazan un mapa aproximado de nuestra mente, buena parte de mi memoria se ha trasladado a este libro, y como todos los hombres somos hermanos, en cierto sentido, porque lo que pensamos y decimos se parece, porque nuestra manera de sentir es casi idéntica, espero tener en ustedes, lectores, unos aliados, unos cómplices, capaces de resonar con las mismas cuerdas en esa caja oscura del alma, tan parecida en todos, que es la mente que comparte nuestra especie. "¡Recuerdo el alma dormida!", así empieza uno de los mayores poemas castellanos, que es la primera inspiración de este libro, porque es también un homenaje a la memoria y a la vida de un padre ejemplar. Lo que yo buscaba era eso: que mis memorias más hondas despertaran. Y si mis recuerdos entran en armonía con algunos de ustedes, y si lo que yo he sentido (y dejaré de sentir) es comprensible e identificable con algo que ustedes también sienten o han sentido, entonces este olvido que seremos puede postergarse por un instante más, en el fugaz reverberar de sus neuronas, gracias a los ojos, pocos o muchos, que alguna vez se detengan en estas letras.

Héctor Abad Faciolince
en El olvido que seremos.
Seix barral.

domingo, 20 de febrero de 2011

Orlan: artista francesa multimedia y perfomativa


Yo es lo que añado.
El plástico en las carne o la línea
del río en el crepúsculo
cuando en París se abren los mejores
clubs de baile de toda la galaxia.
Yo ha sido el arlequín
y el cirujano. No evoluciono
sino que realizo, decoro,
controlo. Añado zapatos de tacón
a mi estatura para medir el mundo;
porque la santa es su hábito,
la modelo su maquillaje,
pero la mujer no es su vagina, sino sus tacones.
Yo es el vestido,
pues hemos dado al tejido
poder sobre nuestra alma:
el vestido decide
quién es yo.
A mi lado parecen aburridos
la Belleza, la Salvación y el Riesgo;
no tienen un yo inalterable
que les demande.

Yo eso otra
especie de ternura.

Cristina Morano
en El ritual de lo habitual.
Amargord ediciones.

jueves, 17 de febrero de 2011

La palangana


A Claude Roy




Ser viejo es regresar y yo he vuelto a ser niño.
Eché un poco de agua en una palangana
y oí toda la noche el croar de las ranas
como, cuando muchacho, pescaba yo en Fang-Kuo.

Palangana de barro, estanque verdadero:
el renuevo del loto es ya una flor completa.
No olvides visitarme una tarde de lluvia:
oirás, sobre las hojas, el chaschás de las gotas.

O ven una mañana: mirarás en las aguas
peces como burbujas que avanzan en escuadra,
bichos tan diminutos que carecen de nombre.
Un instante aparecen y otro desaparecen.

Un rumor en las sombras, círculo verdinegro,
inventa rocas, yerbas y unas aguas dormidas.
Una noche cualquiera ven a verlas conmigo,
vas a oír a las ranas, vas a oír al silencio.

Toda la paz del cielo cabe en mi palangana.
Pero, si lo deseo, provoco un oleaje.
Cuando la noche crece y se ha ido la luna
¡Cuántas estrellas bajan a nadar en sus aguas!


Han Yü
En Versiones y diversiones

de Octavio Paz (traductor).

Círculo de Lectores.

martes, 15 de febrero de 2011

De pronto me contagio


"Por lo general siempre tengo planes, un guión, pero luego está el rodaje del libro, la escritura, que revela muchas cosas, y por último está el montaje donde todo se “reescribe de nuevo” (también lo llamo “montaje” en poesía, por ejemplo en Sonetos del útero ya estaba esa idea de “montar el libro”, probablemente fruto del tiempo que trabajé haciendo películas años atrás). En Dentro quería llevar a cabo algo con el cine, la asociación de éste con la poesía me parecía interesante y poco explorada salvo algunas excepciones. No me refiero a poemas concretos insertados en libros (hay muchos casos de eso como bien recoge la antología Viento de cine de Hiperión) sino de obras que en su totalidad tuvieran una relación fuerte con el séptimo arte. Las obras que me parecían más logradas eran Bronwyn de Cirlot, Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos de Alberti y Who is me, poeta de la ceniza de Pasolini (aunque ésta difería sustancialmente de las anteriores). Me interesaban probablemente porque en ellas lo cinematográfico terminaba siendo otra cosa muy distinta, una semilla más que un fruto. Durante más de dos años estuve yendo a la sede de la Filmoteca Española en la calle Magdalena de Madrid y traté de conseguir la filmografía completa de Bergman. Tuve que inventarme alguna “batallita” para conseguirla, claro está, porque la escritura de un libro de poemas por parte de un desconocido no hubiera bastado. En aquel entonces todavía no se habían editado en dvd la mayoría de sus trabajos, salvo clásicos como Persona, Fresas salvajes, El séptimo sello o Fanny y Alexander (pero eso eran solo cuatro de unas cuarenta). En la Filmoteca me dejaban un cuartito con un monitor y yo veía las películas en vhs, generalmente un jueves o un viernes por la mañana tomando notas. En mi “guión” estaba pensado que cada película se correspondiera con un poema y así fue más o menos. Tuve que ver algunos filmes varias veces, hubo días nefastos en los que no sacaba nada o lo que escribía era muy malo. Sin embargo, ese esquema resultaba peligroso, podía hacer demasiado dependiente Dentro (que entonces se llamaba Soles de estiércol) de la filmografía y dejarlo cojo. Como me interesa la independencia del texto (y creo que al propio texto también o eso me decían los propios poemas al escribirlos), eliminé la lista de correspondencias para que cualquiera pudiese acercarse a Dentro. De todos modos, en la dedicatoria inicial está una de las claves. El «a I.B.» que aparece al comienzo de Dentro no son solo las iniciales de Ingmar Bergman sino que esconden de manera sonora un «ahí ve», que es direccional (envía al lector a la filmografía: «ir a») y también “experiencial”, si se me permite la palabreja, pues sugiere lo que yo vi en las películas, lo que fue importante para mí: “ver ahí”. El reto era ofrecer un libro de poemas en el que la construcción del significado estuviera en cuestión o fuese al menos algo bivalente a través de lo intertextual. Dentro funciona de manera autónoma, es cierto, pero creo que también junto a los filmes o sus fotogramas. Bergman se convirtió así en una suerte de maestro, que me enseñó no solo de cine sino también de la vida misma, su filmografía es precisamente eso. De ahí que el día que falleció me pusiera a llorar como un perro y comprase la prensa nacional e internacional. Él es uno de los pocos artistas que ha aparecido en todas las portadas de los periódicos del mundo al morir. Ese día se me fue alguien con quien yo estaba conviviendo (Dentro lo empecé a escribir en 2003 y él murió en 2007) y con quien iba a convivir algún tiempo más, mi libro se publicó a finales de marzo de 2010 [...]"

Óscar Curieses en
la revista digital Elcoloquiodelosperros.
Fragmento de Otro Coloquio de los perros: CRISTINA MORANO y ÓSCAR CURIESES

lunes, 14 de febrero de 2011

Buzón de sugerencias


A mis hijos



No hagáis caso
de aquellos que os amen demasiado.
Probablemente sientan
temor a que os vayáis.
Salid a pasear cuando la lluvia
despliegue sus urgencias.
Escuchad a los pájaros,
ellos sabrán deciros
si la luna es propicia.
Dejad que se amontonen
las sombras y la nieve
si no sabéis qué hacer con el insomnio.
Todo se desbarata con la luz.
Y aprended de los gatos
a vivir dignamente,
sin más ajuar que un mundo
que quepa en vuestras manos.

Katy Parra
en Coma idílico.
Hiperión.