sábado, 3 de noviembre de 2018

Vicente Gallego: El habla de los pájaros

SI alguien quisiera saber cómo escribo a estas alturas, le sugeriría que preguntara a la lluvia cómo cae, al fruto cómo crece. Escribo escribiendo, respiro respirando. ¿Qué hay aquí, entre lo verdadero, que no se nos ofrezca de natural? Escribo como e que oye el habla de los pájaros y nada ambiciona añadirle, pues sabe que ellos se entienden con sus flautas y oboes. No se hace poesía con el pensamiento, se hace con palabras sueltas, apenas con sonidos, escuchando los asomos musicales, dejándolos decirse y desdecirse, casi casi con nada.

Vicnete Gallego
En Cuaderno de brotes.
Pre-textos, 2014

lunes, 15 de octubre de 2018

Sharon Olds: Un dolor que yo no

Cuando mi marido me dejó, hubo un dolor que yo no
sentí, el dolor que siente quien pierde a aquel
a quien ama. No me empujaron
contra la rejilla de una vida oral,
sólo contra la verja, lentamente cerrada,
de la preferencia. A veces los envidiaba
-por lo que yo veía como el sufrimiento honorable
de alguien que ha sido arrojado contra la reja
de hierro. Creo que él llegó, en privado, a
sentir que estaba muriendo, conmigo, y que si
tenía lo que hacía falta para arrancarlo todo con sus
dientes y escapar, entonces podría nacer. Así que él se fue
a otro mundo -este
mundo, donde yo no lo veo ni lo oigo-
y mi tarea es comerme entero el coche
de mi ira, parte a parte, algunas partes
reducidas a polvo de acero. Lo que más me gusta
son los asientos de tela, azul-gris, el primer
coche que compramos juntos, desde hace tiempo
marcado con manchas refregadas -babas,
Lágrimas, helado, ninguna herida, sólo
La mensual sangre del alivio, y el dejarse
ir cuando las aguas rompían.


Sharon Olds
En El salto del ciervo
Versión castellana de Joan Margarita Consarnau y Eduard Lezcano Margarita
Ediciones Igitur.

miércoles, 3 de octubre de 2018

Ocean Vuong: Eurídice

Se parece más al sonido
           de una cierva
cuando la punta de la clecha
           reemplaza el día
con una respuesta
          al zumbido hueco
de las costillas. Lo vimos venir
          pero seguimos atravesando el agujero
en el jardín. Porque las hojas
         eran verde p uro y el fuego
tan sólo una pincelada rosa
         en la distancia. No se trata
de la luz, sino de cuánto
         te oscurece dependiendo
de dónde te sitúas.
         Dependiendo de dóno te sitúas
tu nombre puede sonar ocmo una luna llena
         desmenuzada sobre la piel de una cierva muerta.
Tu nombre cambió al ser tocado
          por la gravedad. La gravedad, rompiendo
nuestras rótulas sólo para mostrarnos
         el cielo. Por qué
seguimos dicendo ,
         incluso con todos esos pájaros.
¿Quién nos creería
         ahora? Mi voz se rompe
como huesos en las bocinas.
         Qué tonto. Pensé que el amor era real
y el cuerpo imaginario.
         Pensé que un solo acorde
era suficiente. Pero aquí estamos,
         parados en el campo frío
de nuevo. Él llmamando a la chica.
        La chica a su lado.
Briznas de hierba congelada se quiebran
        bajo sus pezuñas.


Ocean Vuong
en Cielo nocturno con heridas de fuego.
Vaso Roto Poesía.
Traducción de Elisa Díaz Castelo

miércoles, 19 de septiembre de 2018

Ángel Javier Aguilar Bañón: Tú me sueñas y yo intuyo tu existencia

Tú me sueñas y yo intuyo tu existencia.
Si sientes en tu piel lo que yo siento en la mía,
si es este desvelamiento
de la niebla en el que surge
la realidad en un bajorrelieve
y queda el rocío,
polvo de la obra del artista,
como cuando mi amada y yo acabamos
de hacer el amor y sí,
 ahí está plasmándose
por fin el mundo en la ventana.
Salgo entonces a la ciudad dormida,
es domingo, y atento como nunca
a las señales de lo invisible,
percibo que las sombras se retiran
olorosas, que amanece.
Es el parque un dormitorio
y la escarcha envuelve en celofán
las solitarias hojas.
!Qué densidad en estos vestigios de ternura
que yacen en el suelo, en este frío,
en los frutos de esta noche helada!
Si sientes en tu piel de qué manera el mundo
se dispone para que el día nazca.
Y tú has de sentirlo
porque me sueñas.
Pero ¿te acordarás luego de mí?
¿Sabrás reconocerme en la noche
cuando termina la cercanía
y tú descansas?
Desde tu sueño memorioso
surge una voz potente y sensual
como la piel
sobre la que he paseado y hecho el amor,
y esa música en calma afina un tono:
mi único, mi exclusivo tono,
el que a mí me designa.
En él, en Ti, me reconozco.



Ángel Javier Aguilar Bañón
en El libro del agua.
Diputación de Albacete. Ateneo Albacetense.

martes, 26 de junio de 2018

Noelia Illán Conesa: Poema


Escribe un poema donde me persiga la policía,
uno donde las autoridades me busquen
y no haya perímetro de fuga posible.
Un poema donde todo el universo
y sus satélites y los contrarios también
y todos los poetas
conspiren contra mí.
Para que así una noche me tengas,
para que me esposen a tus manos
y ya no importe el resto,
sin distancias ni conflictos.
Una sola noche nos basta,
unas horas quizá, tal vez ocho.
Escríbelo y ponme ahí,
atada a tu boca, metida en tu pecho,
fijos en tus ojos mis ojos de gata.


Noelia Illán Conesa
En Volver a brindar con extraños.
La Montaña mágica/Calblanque libros.

viernes, 15 de junio de 2018

Ben Clark: La habitación

Si observas bien el centro de esta página
verás la casa donde mis hermanos
y yo nacimos. Tiene
un pino centenario en el jardín
y detrás un taller de ceramista.
Dos humildes milagros que he buscado
sin éxito en los pisos con terraza
y en la infancia distópica que sueño
después de cada orgasmo.
Acércate a la casa, nuestras perras
no muerden y las puertas no tienen cerradura.
Puede que oigas la voz de nuestra madre.
Escúchala y sabrás todas las cosas
que no dice este libro.
Muy cerca de la voz está el estanque
de los peces y el cuarto más pequeño.
No creo que me encuentres leyendo poesía.
Estaré con mis fósiles
o dibujando bestias luminosas
del fondo del océano.
Pasa, no puedo verte. Soy un niño
en medio de un poema, nada más.
Seguiré dibujando, aunque te acerques.
Esta es la habitación de quien escribe,
puedes mirarlo todo.
Fíjate bien en todos los detalles.



Ben Clark
en La poesía celeste.
Visor poesía.

jueves, 7 de junio de 2018

Ángel Javier Aguilar Bañón: dos poemas de Maneras de deshacerse

EL OLVIDO DE TI QUE ES TU CUIDADO

Lo que busca la hiedra, tan callada.
La hoguera de las nubes en el cielo.
El agua tenebrosa,
Su maullido al llegar a las orillas
Con los juncos postrados.
El vaivén de los árboles desnudos.
Cuando el amor vacía la mirada,
transparenta tus ojos en el éxtasis
y lo ves. El temblor hueco del fuego,
el invisible frío,
el estremecimiento de la nieve,
allí donde señala la copa del ciprés.
Las hojas desprendidas
dejándose llevar por ventoleras.
Estarse deshaciendo
mientras ves cómo cae
la tarde hacia la nada.
El ulular del viento,
la oquedad que satura la tormenta.
Tus horas bajas, el escalofrío
o ante el espejo, la desposesión,
ese vacío pleno,
Ese desierto al que tanto temes.
El olvido de ti que es tu cuidado.


LOS PÁJAROS SE INCENDIAN
(Puesta de sol en Paterna del Madera)

Huele a hoguera el sol al despedirse
de la cal de la casa que crepita
en el valle, y son brasas de un cielo
consumido las flores del almendro.
Las llamas prenden en las copas
de los pinos. Los pájaros se incendian.
Ya todo en la sazón,
que queda sino arder,
arder en el silencio.


Ángel Javier Aguilar Bañón
En Maneras de deshacerse.
Ediciones QVE

martes, 5 de junio de 2018

Joan Margarit: Coraje

La guerra ha terminado, pero la paz no llega.
La tarde cae ruda y silenciosa.
Miro a mi abuela -tengo cuatro años-
mientras mea de pie junto al camino
con las piernas abiertas debajo de la falda.
Siempre que lo recuerdo, vuelve el chorro,
poderoso, a caer contra la tierra.
Fue ella quien me enseñó que el amor es
claridad y dureza al mismo tiempo,
que sin coraje nadie puede amar.
No era literatura: no sabía leer.



Joan Margarit
en Un asombroso invierno.
Traducción del propio autor.
Visor.

lunes, 28 de mayo de 2018

Joao Luís Barreto Guimaraes: Poemas de Mediterráneo

EL BUZÓN DE DIOS


Un
rebaño de cristianos en la ciudad de los hebreos-
solo querían tocar las fisuras
en la piedra del Muro (enviar
a través de su Dios un recado
a nuestro Dios). Justo en la entrada de la plaza
del templo de Salomón
un soldado israelí había buscado en nuestra pose
el arma de donde pidiésemos extraer la
Muerte o
el Mal. Nada más inútil. ¿No sabía el
militar que precavía al divino de que
o ese Dios es el mismo o
no hay (del todo)
Dios?


LOS ARGONAUTAS EN OIA
El hermoso viaje
Constantino Cavafis


Para algunos el
final de la tierra es seguro
 el fin del mundo Para otros el
fin del mundo es
el principio del viaje. Denles
un barco a remo nadie sabrá decir
si hizo bien el
que rasgó el Egeo desconocido si
la duda insistente de quien se queda-
es el viaje.

SICILIA

Había olivos
E higos. Messina había sido tomada por
Barcos cartagineses
Como el café de la mañana toma e
Espacio del aire.
Había albaricoques y almendras. Cerca
En Siracusa
(Usando el propio cuerpo)
Arquímedes había demostrado cómo el agua
Es incomprensible.
Nos entrelazábamos manos y pies.
Había limones y cipreses.
No sé si viñas.


Joao Luis Barreto Guimaraes
En Mediterráneo
Traducción de José Ángel Cilleruelo
Vaso Roto poesía.

martes, 22 de mayo de 2018

Miguel Ángel Velasco: Fractal

A Antonio Escohotado

VIOLENTÉ la bisagra
del ver, saqué de quicio
la ventana del alma. Se quebró
la mirada perpleja
en un repunte lívido:
el de la espuma en el crespón del mar,
el de la escarcha en el perfil del cardo.
Lo vi de nieve en la calada nube.
Era una fiebre blanca de puntillas,
un desflecarse el mundo en una fuga
de escalas sin motivo
en abanico roto de infinito.
Vi la costura cruda
de la rosa en esquema.
Vi esa larva encorvada en la liana
del tiempo, nervadura
de la procesionaria que roía
el báculo del juicio.


Miguel Ángel Velasco

En Pólvora en el sueño (Antología)
De La miel salvaje.
Chamán ante el fuego.

domingo, 20 de mayo de 2018

David George Haskell: Las canciones de los árboles






En Nueva York obstaculizar el tráfico peatonal sin “un objetivo legítimo” o, peor todavía, “con la intención de provocar molestias”, es una infracción del código penal del estado por alteración del orden público. La pena para esa transgresión puede incluir una estancia de quince días en la cárcel estatal de la isla de Ribera, aunque la mayoría de gente solo tiene que pagar una multa y realizar servicios a la comunidad. Claro que, en una ciudad, caminar o detenerse en una acera es obstaculizar a alguien, de modo que la ley puede servir como una hebra de una red en el contexto de la cual la policía puede parar a todo el mundo en cualquier momento. Los árboles urbanos se encuentran en una infracción perpetua: todos son obstaculizarores y mantienen, así como observó Howard Nemerov, “un silencio completo” sobre su intención y objetivo. Como los árboles, los seres humanos contemplativos son personas que hacen caso omiso de Las ley leyes vicarias. Asistir sin objetivo es una alteración del orden público. Dejar de moverse es una infracción. Detenerse bajo un árbol de la ciudad es un acto de microsubversión, algo que quizás no se les escape a los hombres bien trajeados que tan poco se acercan a la sombra del peral. No solo es la madera la que incorpora a su ser el zumbido y la ley  de la ciudad.



David George Haskell
En Las canciones de los árboles. Un viaje por las conexiones de la naturaleza.
Turner Noema.

sábado, 28 de abril de 2018

Robert Lowell: Agua

Era un pueblo langostino de Maine:
cada mañana cargamentos de obreros
zarpaban rumbo a las canteras
de granito en las islas,

y dejaban atrás docenas de lóbregas
casas de madera blanca adheridas
como conchas de ostras
a una colina rocosa,

y a nuestros pies, el agua lamía
el laberinto de toscos palillos
de una encañizada
en la que se capturaban los peces usados como cebo.

¿Te acuerdas? Nos sentamos sobre una roca.
Ha pasado ahora tanto tiempo
que me parece que era del color
de un lirio, pudriéndose, cada vez más morado,

pero era sólo
la típica roca gris
volviéndose del típico verde
al empaparla el mar.

El mar empapó la roca
el día entero a nuestros pies,
y no dejó de arrancarle
una esquila tras otra.

Una noche soñaste
 que eras una sirena aferrada a un muelle
y que tratabas de arrancar
los percebes con la mano.

Ojalá nuestras dos almas
puedan volver como gaviotas
a la roca. Al fin y al cabo
el agua estaba demasiado fría.


Robert Lowell
En Por los muertos de la Unión
En Poesía-1 1946-1967
Vaso roto esenciales poesía.

Traducción de Andrés Catalán

lunes, 16 de abril de 2018

Nuria Barrios: Tres horas de diferencia

TRES HORAS DE DIFERENCIA

separan mi día del día de Steven.
Nuestras voces recorren la distancia 
saltan de una antena 
                              a un repetidor a 
                                                   las ondas que ahora impulsan 
una bandad de gansos que migran al sur.
En el aire se cruzan las noticias:
Mi madre sigue viva.
Mis padres siguen vivos.
Los gansos transportan el ritual del encuentro
Como un cartel publicitario 
ondeando 
en la cola de una avioleta.
Me dice: mi mujer acaba de despertar.
Un zumbido distorsiona su voz: 
tiene un linfoma de Hodgkin. 
Recuerdo bien a su mujer 
viví con ellos un verano.
Steven me dejaba su coche para ir al trabajo 
un BMW automático blanco 
nada que ver con mi Renault 5 gris 
cuatro marchas 
tres puertas 
de segunda mano.
Yo iba por la autopista americana 
hacia un trabajo de mierda 
como na rapera blanca 
en un deportivo blanco.
Cuando regresaba a la casa 
me sentaba en un sofá de cuero negro 
con un libro y un vaso de leche 
en el salón solitario.
Una noche entraron Steven y su mujer.
Ella le dijo:
Dile que coja un posavasos.
Sí, recuerdo bien a su mujer.
Me gustaba más su amante 
tenía sangre irlandesa 
un exmarido borracho y un periquito azul.
Al final del día 
colocaba alpiste en sus labios 
abría la jaula del pájaro 
y al norte de Harlem 
en una cocina diminuta 
acaecía el milagro de la Anunciación: 
un rostro de mujer arrebolado 
y en us boca, prendido, un latido azul.
La voz de Steven se alza sobre el recuerdo: 
todos nacemos con un destino 
sólo podemos seguir nuestra estrella.
Y cuelga.
Los gansos continúan su viaje ineluctable hacia el sur 
mientras Steven y yo retomamos nuestro camino 
con tres horas de diferencia.


Nuria Barrios
En La luz de la dinamo.
Fundación José Manuel Lara. Vandalia.

miércoles, 11 de abril de 2018

Ángel Manuel Gómez Espada: Hace veinte años el futuro

Decidme los nombres de todo 
tal y como yo os lo he dicho. 
ANDRÉS GARCÍA CERDÁN

Hace veinte años el futuro era metalúrgico.
Desde luego, no era esta ciudad,
estas calles amarillas que fotografío,
estos cafés de debate y mercadillo.
Ni esta casa donde habito,
patrocinada por las repúblicas independientes de Ikea;
ni mi madre en una silla de ruedas,
viuda y con dos piernas como columnas jónicas;
ni mi hermano en el paro,
cosido a una incertidumbre
patrocinada por el Banco Santander;
ni los amigos tan lejos,
en los extrarradios de Europa.
Por supuesto, no entraba dentro de los planes
de aquel futuro siderúrgico y profiláctico
este trabajo que me abochorna y aletarga,
que se come mis memorias de domingo;
ni esta mascarilla que me proporciona
el oxígeno suficiente para seguir ejerciendo
el difícil arte del sueño;
ni una hermosa ahijada en Lyon
que enciende cualquier primavera
y que crece durante llamadas telefónicas.
Algunas certidumbres sí que estaban:
Lisboa, París, Roma, Pekín
y el dulce reencuentro con la nieve,
siempre bienvenida.
Pero de alguna manera tú sí estabas.
Comenzabas a mostrarte en aquella nebulosa,
a convertirte en lo que acabase siendo:
esa melodía a la que uno siempre regresa,
como regresamos a Mozart o a Pessoa,
y que nos obliga a sentirnos cómodos
y en armonía con la vida,
por muy cenicienta que se nos presente,
agazapada entre nieblas y dudas.
Porque la vida es Luciano cantando Nessun Dorma
y no lo que asoma por los telediarios.
Es tu pure, o Principessa, Nella tua freda stanza,
y no caídas en las bolsas europeas,
cadáveres en Siria o Palestina,
matanzas en Boston o en Connecticut.
La vida es tu mano mostrándome el futuro,
semilla y certidumbre.


Ángel Manuel Gómez Espada
En Ventana de emergencias.
Huerga & Fierro editores


miércoles, 4 de abril de 2018

Pedro Gascón: Estados y espacios

Para Agustín y Magda

HACE años que mi padres está ausente.
Tiempo extraño de búsqueda imposible
y llamadas sin respuesta.
Mi madre ha conservado en ese tiempo
un cajón de memoria
donde guarda, de manera pulcra y ordenada,
prendas de vestir del ausente.

Algunas veces, he abierto ese espacio
observando su contenido.
Quizá mi madre espere, todavía,
que mi padre sea quien lo abra
y recoja de él las prendas intactas.

Ahora, que el tiempo es otro,
que mi hija ha abierto un nuevo cajón de ese armario de la memoria,
que el vacío y los huecos han quedado llenos por su presencia,
que mi madre abre el armario
para coger únicamente prendas para su nieta,
es ahora cuando abro el cajón de las ausencias ordenadas
y decido vestir esos ropajes.

Sin duda, ahora, yo soy el padre.



Pedro Gascón
En Las mudas soledades.
Chamán Ediciones.

domingo, 1 de abril de 2018

Shinkichi Takahashi: poemas de En la quietud del mundo

SONIDO DEL VIENTO ENTRE LOS PINOS

ESCUCHABA el sonido del viento entre los pinos,
inunda las entrañas su tristeza,
suena como el rumor del oleaje,
alto en el cielo meciendo las copas
de los grandes árboles.
Es espantoso y profundo el desamparo
del sonido del viento entre los pinos.
Desoladora música,
es imposible olvidarla.
Como si el mundo llegara a su término,
vibra el sonido del viento,
el constate sonido del viento,
del dios sin figura que rasguea
como un koto las copas de los pinos.


UN BOSQUE DENTRO DEL SONIDO

Los pinos meciéndose,
el humo dispersándose,
un bosque dentro del sonido.

Pérdidas mis piernas,
el narciso en el agua reflejado,
rostros desvanecidos en el sueño.

Frío viento,
recuerdo blanco de camelias,
intermitencia de la cálida lluvia.

En la orilla del río,
esperamos con calma a que se aclare el agua
y retoñe el sauce.

Quema el tiempo, aun ahora, en las ruinas del incendio.
Yo, que vivo aquí sobre esta tierra, soy otro.



PÉTALOS


COMO los pétalos
de una flor,
incontables,
el tiempo,
marchito, disipado.
La suma de las vidas
de los hombres
se hundió en silencio en el olvido,
alimento para el pez de cola roja.
Bajo la luz lunar,
en los rabiones,
fluían, flotaban pétalos.
Entre las rocas,
esparcidos,
en lo oscuro.
Pero continuaba el tiempo floreciendo.



Shinkichi Takahashi
En En la quietud del mundo.
Editorial Pre-textos.

sábado, 24 de marzo de 2018

Manuel Pujante: También saben los árboles...

TAMBIÉN saben los árboles lo que es la simetría
y violentan su cuerpo cuando crecen.

Una mano se alza, araña el aire,
no asume la distancia, busca el cielo.
Se camufla de hojas, de flores y de frutos,
da cobijo a los pájaros, se afana
en los quehaceres propios de su nombre,
bebe la luz, se esconde en la belleza acaso
para esconder también aquel empeño inútil
al que regresa siempre cuando completa el círculo,
se desnuda e intenta, desesperadamente,
llegar tan alto
en vano.

La otra, que sujeta todo el árbol
al suelo y lo mantiene vivo y recto,
la que lo ancla a la tierra firmemente,
se hunde en la humedad sin luz ni horas,
se hipertrofia y encuentra su alimento
en lo podrido.
Y al diestra no sabe lo que hace la siniestra.

También saben los árboles lo que es la simetría
y de la enfermedad del crecimiento
en todas direcciones.



Manuel Pujante
en La zarza y la ceniza.
Balduque.

Christian Nieto Tavira: Finisterra

madre, ¿hasta cuánto no podré probar el agua?
el camino es muy largo y la vida es breve,
este trayecto hacia la nada es inmenso y mi garganta grita de dolor,
se desgarra verso a verso.
si esto será siempre así,
quiero que antes caigan sobre mí miles de esas cosas que no dije,
los te quiero amurallados,
llenos de verdad y cicatriz.
mi existencia ha sido escrita con sangre y las lágrimas sacian mi sed.
porque no entiendo todavía la vida ni los dolores que me aquejan.
porque ya solo me queda la incomprensión
pero nunca el silencio.



Christian Nieto Tavira
en Canto desgarrado.
Ediciones En Huida.

lunes, 5 de marzo de 2018

Hannah Arendt: poema

Sin título

No hay palabras que irrumpan en la oscuridad
ni dioses que alcen la mano.
Adonde quiera que mire...
tierra amontonándose.
No hay formas que se desprendan
ni sombras que se ciernan.
Y sigo oyendo todavía:
“Demasiado tarde, demasiado tarde”.


Hannah Arendt
En Poemas.
Herder.

James Merrit: El Kimono

Al regresar del callejón de los amantes
mi cabello estaba blanco como la nieve.
Alegría, incomprensión, dolor
habían pasado por mi vida como las estaciones.
De cómo llegué a casa
medio muerto y helado, tal vez lo sepas

Ocultas una sonrisa y citas un texto:
Los deseos insatisfechos
persisten de una vida a la siguiente.
Hace tiempo nos apartamos de los hogares
que nos acogieron, hace tiempo eran marcas
sobre un plano de “orgullo abrasador”.

Tiempo sin cordura, el brillo de la burbuja
sobre el nivel carbonizado anuncia
la vuelta de abril. Un fulgor repentino...
Sigue hablando mientras me convierto en
el diseño de un arroyo
bordado por juncos blancos sobre azul.

James Merrill
En Divinas comedias.
Vaso Roto poesía.
Traducción de Jeannette L. Clariond y Andrés Catalán

Maria do Rosário Pedreira: Este otoño...

Este otoño las piedras se cubren con la manta
de musgo; y el barro bebe el agua; y el viento viaja
junto a los muros. Pero yo, sin ti, me acuesto helada sobre la cama
y digo palabras que queman la boca por dentro: amor,

saudade, tu nombre y los nombres de las cosas que tocaste
(y sobre las que dejo crecen el polvo para que los días
no se calquen siempre a otros días). Después

cierro los ojos sobre la almohada y veo el rostro blanco de la casa
dibujarse a la medida de tu ausencia: las ventanas se abren
hacia la soledad de los callejones y hay un harapo de luz bajo la puerta
a la que nadie vendrá a llamar. Me pregunto por dónde anda tu
sombra cuando noestás aquí. Y tengo miedo. Estos son

los bandazos de una vida pequeña: bordar un mantel
para después mancharlo de vino, sentir la herida en la distancia
del puñal, vivir esperando un dolor que ha de llegar.


Maria do Rosário Pedreira
En Una casa con palabras dentro.
Huerga & Fierro editores.
Traducción de Verónica Aranda.

sábado, 24 de febrero de 2018

David Coello García: Poema de Cuatro

Quién ha dejado aquí estos libros
este silencio de sepulcro de estaño
este aire de enredadera en el verano oscuro
este andar de un lado a otro.




David Coello García
En Cuatro
Baile del sol editores.

Vicente Velasco: Dos poemas

Ulises

No pierda una oportunidad única.
Demuestre a todos los demás que usted
no va a naufragar donde otros sí lo han hecho.

Al cabo de una larga noche de trabajo
dos cadáveres, dos niños, quizá humanos,
quizá ayer jugaron a imaginar bolas de miel,
surcar los mares.
                              Al final la vetusta barcaza
no consiguió resistir el envite de las sirenas.

Imaginar nunca fue gratuito
y normalmente los sueños retornan a la realidad.



Vigilia

¿Quién no ama a una flor del desierto?
¿Quién no va a admirar algo capaz
de crecer en el desierto, de mantenerse
vivo, de tener espinas?
Relatadme los ritmos circadianos,
de las incontables noches de vigilia,
de la incuestionable disidencia.

Con todo este ruido de fondo
Sólo queda convertirnos en poema,
nadie a la espera.
                             Sin señal alguna.



Vicente Velasco Montoya
En Con todo este ruido de fondo o El imperio de las luciérnagas.
Chaman ediciones.

domingo, 18 de febrero de 2018

Ángel Talian: Motel saliendo de Death Valley camino de las Vegas

Las afueras de un desierto son como las afueras
de una gran ciudad seres invisibles que miran
-comen defecan se reproducen mueren-
hacia el centro a la espera sobrevuelan
las fronteras como objetos arrastrándose por un
tornado

como las afueras de la ciudad las afueras
del desierto son etéreas /móviles / nómadas
a expensas de un capricho de la naturaleza
(o los planes arquitectónicos) van y vienen
como si el desierto fuese un mar
y las dunas sus olas y subiese
y bajase
                la marea

no hay ni pequeñas ciudades
son sólo absurdas aglomeraciones de
chalets algún restaurante una gasolinera una granja
seres invisbles al borde del desierto
como si un dios hubiese escupido
algunos hombres en medio de la nada

la gente se esconde. En las afueras del desierto
construye empalizadas y se da a la vida
interior en el motel nos damos un baño en la piscina
y nos tumbamos a cincuenta grados a mirar
cómo no pasa nada cómo las horas se van
cómo el desierto sólo es un inmenso reloj
de arena

este lugar es la mejor metáfora de la espera
que jamás he encontrado nadie habla
la piel se seca en dos segundos no soy capaz
de describir el silencio como en las ciudades
estar en las afueras también es estar dentro
del desierto



Ruta 190 en el Dodge, 1 de septiembre 2011

Ángel Talian
En El sol sobre la nieve
Balduque.

sábado, 17 de febrero de 2018

Agustín Pérez Leal: Ronda

¿Y si el amor no fuese sino un fruto
Quebrado por las aguas del invierno,
Una granada abierta
Por una oscura grieta vertical
Que va cediendo granos a los tordos;
Que se va desangrando,
Que se va,

Sólo un fruto sanado -pero vivo-
De leñosa corteza triste, gris,
Manchada de oro y púrpura dormidos;
Un fruto abandonado de su dueño,
Nacido de la luz y de la tierra
Yerma, ese fruto
Capaz de transformar la dens arcilla
Salobre en fresca miel,
En azúcar astuta y palpitante
Dividida en porciones bien soñadas
Del tamaño preciso
Para el pico de un pájaro?

¿Y si al final, telilla delicada,
Carcasa gris, reseca, y si al final
No hablamos del amor
Ni de sus frutos
Y estaba figurándome la muerte?

Un tordo mensajero
Visita la granada,

Su roja y fresca miel;
Su corazón raspado, siempre alerta.

Alza, furtivo, el vuelo.

Granados brotarán,
Quién sabe dónde.

Agustín Pérez Leal
En Tú me mueves.
Pre-textos.
XXIX Premio Internacional de Poesía Antonio Oliver Belmás.

jueves, 4 de enero de 2018

Antonio Rodríguez: Pequeña soñadora

Cómo podrás vivir sin los dientes del lobo,
pequeña soñadora que ríes en mis brazos.
Cómo podrás vivir sin el veneno
mortal de las serpientes
entre tus enemigos,
pequeño animal dócil.
Tú, que no sabes nada
del arte de la guerra,
qué harás sin la coraza forjada por la infancia,
sin el arma eficaz de la mentira.
Pequeño animal dócil, criado en la verdad,
que no te espanten
los gritos de los monos, el rugido
potente del león. No tengas miedo
de quien perpetra el daño,
de aquellas allimañas
condenadas al rito sangriento de la lucha.
Tú que eres sólo amor, no tengas miedo.
Bordón de risa, piel de fruta fresca,
agua de manantial que corre pura
entre tanta inmundicia.

Antonio Rodríguez Jiménez
en Estado líquido.
La isla de Siltolá.

lunes, 1 de enero de 2018

José Luis Piquero: Dos poemas de Tienes que irte

OLA DE ROBOS

Mientras tú y yo dormimos
los ladrones están a la puerta de casa.
Tienen fantasías contigo:
te violarían ante mí si pudieran quedar impunes.
Ellos desean todo lo que tenemos,
pero nosotros no tenemos nada.
¿Tendré que contemplar cómo nos aniquilan?
Tal vez me peguen un tiro en la cabeza
y se lleven mi ordenador.
Contiene todos  mis secretos, como tú misma.

Vamos a echar todos los cerrojos,
vamos a hacernos compañía en el miedo. Los vecinos
también sueñan con hordas de asesinos thug
acechando en el jardín.
Y aún así seguiremos levantándonos cada mañana
y haciendo los mismos gestos:
¿Aún queda zumo de naranja, amor?
                                                             Tenemos toda la pinta
de ir a morir cualquier día, y Dios sabe c´mo
y lo que nos harán durante.


MATRIMONIO


¿Quién juega ahora con los grifos?
¿Una esposa afligida, un  Dios-ama de casa,
haciendo cosas útiles como llenar la olla o fregar las satenes?
¿Eres tú? No lo hagas. Me he escaldado los hombros
con los que llevo el peso
de nuestras vidas
cuando no estás ni para abrir un grifo,
y de reírte ya no digo nada.

Sí: eres como Dios, no te das cuenta.
Es por tu intercesión que me quemo la espalda o me muero de frío,
a la intemperie, en medio de toda esta blancura (empañado milagro, santa sábana un cristo dando voces)
O quizá no: serán
caprichos de traviesas tuberías
-¿qué sabemos nosotros de tantas tuberías, de Misterios?-,
y  a la mejor eres tan inocente y estás tan indefensa
como el blanco gusano enjabonado: yo. Mira a tu Hijo.

Si pudiera quedarme para siempre bajo la ducha, lo he pensado,
ensayando una especie de renacimiento, una muda de piel.
Los frascos amigables no contienen secretos,
no dicen: ya no puedo más. No juegan
al escondite con sus semejantes.
El mentol y la esencia de vainilla sólo quieren quererme.
Ser el vapor, difuminando el mundo,
un indio bautizado,
un alegre tritón pringoso de fragancias un no-resucitado, ungido para nadie, cualquier cossa
menos el responsable
de esto:
de nosotros.

Los santuarios no existen. Moriremos de exceso
de realidad. ¿Es otro día malo, mi condena, mi amor,
mi Padre cruel, que me has mandado a redimir el mundo, y tengo que salvarte?

No toques esos grifos. Saldré tonificado, reluciente,
tan fiable y tan sólido, puro mármol de Roca,
dispuesto a hacerme cargo, como siempre.
Feliz como una gota de colonia.

A no ser que las gotas de colonia tampoco sean felices.


José Luis Piquero
en Tienes que irte.
Siltolá poesía.