No existe un sanador para lo incierto:
incierta juventud, inciertas posesiones,
incierto y vertical.
La sombra de la encina en esta hora.
Javier Sánchez Menéndez
en Ese sabor antiguo de las obras.
Editorial Chamán.
No existe un sanador para lo incierto:
incierta juventud, inciertas posesiones,
incierto y vertical.
La sombra de la encina en esta hora.
Javier Sánchez Menéndez
en Ese sabor antiguo de las obras.
Editorial Chamán.
Aunque podría estar en éxtasis
admirando las auras
y las desproporciones de Gaudí,
estoy aquí
contigo
en un juego salvaje con tus piernas,
que se abren y se cierran
con toda santidad ante los santos.
Me deshago en el aire
de julio. Voy
escribiendo en mi boca
unas pocas palabras que te digan.
Procuro que sean palabras justas.
En su medida exacta
levanto con saliva y aire
este sueño de Barcelona. Y ya
me da igual que bufen los autobuses
o que la tarde vaya diciendo lentamente adios.
Qué forma de decir que todo acaba
aquel semáforo
en mitad de la nada.
Pero aún
a tus sandalias blancas y a tu pelo dorado,
que se desborda
sobre los hombros sin piedad,
me entrego.
Me estremezco y doy gracias
a la libido
y a esta intimidad de los cielos abiertos.
Hierve el barro en mis ojos esta tarde,
un barro altísimo
y vertical.
Creo que te llevaba dentro
desde el principio,
oh tarde de verano,
que estoy aquí
porque ya había estado antes
y había escrito este poema
y había dicho
la luz
en la que estabas tú desconociéndome,
olvidándome ya
antes de conocernos.
Hermosa adolescente,
les haces una última foto a las cúpulas
y guardas el teléfono
y te vas otra vez.
Pero antes te levantas
y vienes y me besas en la boca.
Así te desvaneces por la calle
como una burbuja
y yo ya sólo leo tu desaparición.
Andrés García Cerdán
en Químicamente puro.
Pre-textos.
Me sorprenden los restos del poema.
Sin que hubiera previsto
la materia que creo cuando escribo
dos mundos se suceden en la página.
A un lado los poemas
que traducen la vida
o la hacen mejor de lo que fue.
Al otro lo que soy, mis borradores,
mi nada, mi equipaje,
ese mundo que amo y que traiciono.
Luis Escavy
en Otra noche en el mundo.
Sonámbulos.
Y luego, por la noche, me despierto, y no soy
capaz de recordar cómo conocía a mi ex,
y pienso: dejé entrar a un desconocido
a mi vida. Luego recuerdo que nos conocimos
en una fiesta, era el amigo de un amigo de un amigo: todos
estudiantes de medicina que, a mis ojos, daban la impresión,
aquellos días, de estar garantizados y asegurados.
Pero no lo conocía a él. De repente entiendo
que mis padres fueron para mí dos desconocidos:
como una pareja de la calle, los dejé entrar,
en una oleada de alquimia, a las células
de mi cuerpo y mi cerebro, les di una existencia nueva,
no sabía quiénes eran, y cuando me mostraron
quienes eran, no me lo creí,
no quería conocerlos, quería que fueran desconocidos,
no quería verlos: y a mi pareja elegida,
no podía, o no quería, conocerla, y
no podemos amar lo que no conocemos, o no
podemos amarlo suficientemente bien. "Lo que
bien amas permanece, el resto es escoria
Lo que bien amas no te será arrebatado
Lo que bien amas es tu verdadera herencia".
Sharon Olds
en Arias.
Valparaíso ediciones.
Traducción de Andrés Catalán.
UNA va arrastrando los pies
intentando esquivar la soledad
con un té hirviendo en la mano
y se para otra vez en este árbol
a escribir las mismas cosas
de otro modo diferente.
Engañar a los días no es tan fácil,
piensa una.
Pero qué otra cosa puedo hacer
sino pararme otra vez en este árbol.
Nuria Ortega Riba
en Las infancias sonoras.
Rialp. Premio Adonáis 2021.
A Adela
DESDE nuestra azotea la ciudad
se ve tan reducida como un mapa:
con un dedo delante de nosotros
tapamos una calle, un edificio;
con una mano, un vecindario entero.
Tendidos en el borde, la caída
de mas de quince pisos nos parece
un aljibe de luz donde, cansados,
dejamos nuestros brazos suspendidos
después de señalar luces urbanas.
Se aleja una ambulancia y su sirena
es la mejor metáfora posible
para esta noche nuestra,
cada vez más distinta y más distante.
Andrés María García Cuevas
en Las ciudades.
Rialp. Adonáis.
EXPERIMENTOS Y EVIDENCIAS
Cuando yo era una niña,
hacíamos en la escuela experimentos
con dos imanes
y una hoja de papel
Era una danza extraña
y fascinante,
la del imán posado en el papel
obedeciendo al otro, al encubierto,
un hércules de fuerza
misteriosa
Durante mucho tiempo
yo creí
que el magnetismo era cosa
de hombres sabios, aquella cometa
de Benjamin Franklin se grabó en mi memoria:
la cometa volando
y entre las nubes, el relámpago
y la promesa de apresar la luz
Yo no sabía entonces que hace sólo unos años
pudo por vez primera una mujer
usar un telescopio de excelencia,
probar que existe la materia oscura
en la belleza del momento angular
de las galaxias
Lo interno de la Historia
rechazado por siglos,
el cuerpo en negativo de tantas antes que ella:
como un grano de arena
de cara al negativo del desierto
--durante tantos siglos--
No obstante, se movieron,
una danza de carga positiva volando
en el papel, tal como es invisible casi toda
la materia, pero existe
(Está más que
probado).
GENEALOGÍAS. IMPRESIONES Y VUELOS
Era de Angola y negra mi tatarabuela,
encontré el otro día su nombre en el verso
no de un poema disperso en un cajón,
sino en un papel impresionado
con luz y cristales de plata
Fue su hijo el que escribió
el nombre en la fotografÍa, en gesto de memoria.
todavía lo recuerdo, vagamente,
yo era muy chica, él casi estaba ciego,
era violoncelista, el bisabuelo
hablaba despacito y con un ritmo
incierto y delicado
Se destiérrenlos ambas por la edad,
foto y tatarabuela:
su cabellera blanca en caracoles
(ínfimos ojos de ave tropical)
y ese cutis tan liso que le envidio, yo
que heredé su nombre, pero no la tersura
ni el color de su piel
Quizá mi hija podría revelar
pigmentos transmitidos
por esa mujer dulce,
como aún alcanzó a decir mi abuela,
mas los ojos azules de mi hija
le vinieron de nuevas impresiones
El pigmento lanzado por el tiempo
De ADN común
Le ha llegado a mi hija
En invisible capa: en figmento de piel
Imperceptible, una herencia de voz:
En música de mora más que de violoncelo
Con su ritmo europeo
No se extinguen realmente los volcanes,
Antes han de abrigar, en conmoción de luz,
Reimpresiones nuestras
Teñidas por la música de eternos filamentos:
Pájaros que algún día, la copia nunca igual,
Pero de tan gloriosa imperfección
Que el vuelo les es ala
Ana Luísa Amaral
en Mundo.
Traducción de Paula Abramo.
Poesíasextopiso.
Mi padre empezó el año entrando en mi madre con descuido. Cuando llegó el otoño, lo reclutaron para la Guerra del Sáhara y en las escalerillas del avión lloró por primera vez ante su esposa embarazada.
Frranco murió y David Bowie dedicó un disco a los jóvenes americanos. Dos décadas después creí que la literatura era fumar hierba y beber cerveza en un piso de estudiantes, leyendo en voz alta un libro de Kavafis y sonando de fondo el órgano de Ray Manzarek.
En una de esas fiestas a alguien se le ocurrió preguntar si estaríamos dispuestos a aniquilar todas las religiones del mundo. El sí colectivo fue apoteósico. Tocaba decidir cuál iba a ser el orden de ejecución. Había dudas entre si la segunda debía ser el islam, el judaísmo o el cristianismo, pero la primera la teníamos todos muy clara.
Estábamos hechos de velocidad, pero eso no era la literatura.
No puede uno elevarse sin ensuciarse las manos, por eso hoy solo tengo una tormenta y un paraguas agujereado, por eso nunca he escrito un poema sobre mi madre. ¿No lo estoy haciendo siempre? Me estremece aún ese niño asustado, buscándola, perdido entre la multitud del mercadillo de los miércoles.
Cada vez más oriental. Mi oficina es un lago interior. Me siento a escribir delante del ordenador totalmente desnudo.
Mientras al mundo le crece el cabello, yo solo persigo un trozo de eternidad congelado en el pecho. El truco está en que parezca que todo sucede por primera vez y que las olas te siguen dejando en el mismo lugar: siempre hacia arriba, como el humo y el poder.
Qué difícil se hace regresar de la libertad. Qué sencillo morir en ella. Qué poco importa el blablablá de los enamorados del éxito, con vocabulario napolitano y una nariz de pico de ave.
Dejé de amar para dejar amar.
La jaula está abierta y vacía. Puedo ya descansar.
Cuelgo la piel sobre el tejado, el levante la perfuma.
Me estoy transformando en un proverbio chino.
Juan de Dios García
en Canto fenicio.
Chamán ediciones.
He superado depresiones
dolorosos desamores
lutos inesperados
vacíos existenciales.
De todo ello me sacó
el aburrimiento.
Aburrida de estar triste
me forcé a pasar de etapa.
Por eso temen tanto
nuestro aburrimiento
los que nos mantienen
entretenidos.
A la revolución por el hartazgo.
Ana Pérez Cañamares
en Las sumas y los restos.
Ya lo dijo casimiro parker.
Yo, tú lo sabes, aún conservaba mi antigua belleza
como por milagro (pero también con tintes y yerbas y pomadas,
como zumo de limón y agua de pepino). Me estremecía sólo de ver en ellos
el paso de mis propios años. Contraía entonces los músculos del abdomen,
contraía también mis mejillas en una sonrisa fingida,
como
si asegurara con una delgada viga dos muros que se van a derrumbar.
Así cercada, tensa, contraída -qué cansancio, Dios mío-
siempre contraída (aun durante el sueño) como metida
en una armadura gélida o en un armazón de madera que me ceñía el cuerpo entero, como dentro
de un caballo de Troya mío, engañoso, estrecho, conociendo de antemano
lo inútil del engaño y también de la ilusión, lo inútil de la fama,
lo inútil y lo transitorio de las victorias, todas.
Hace unos meses,
con la pérdida de mi marido, (¿meses serán o años?) abandoné para siempre
mi caballo de Troya abajo en el establo, al lado de los viejos equinos suyos,
para que las arañas y los escorpiones pasearan por sus entrañas. Ya no me tiño el pelo.
Yannis Ritsos
en Helena.
Traducción de Selma Ancira.
Acantilado.
¿Te acuerdas que decías la vida es una fila?
Eras pequeña y el cabello más claro,
pero iguales los ojos. En la metáfora dada
por la infancia, preguntabas del espanto
de la muerte y del nacer, y a quién se seguía,
y por qué se seguía, o de la total ausencia
de razón en esa cadena en sueño de ovillo.
¿Te acuerdas cuando decías que la vida era una fila?
Eras pequeña y el cabello más claro,
pero los ojos iguales. En la metáfora que da
la infancia, preguntabas dele espanto
de la muerte y del nacer, y a quién se seguía
y por qué se seguía, y de la total ausencia
de razón en esa cadena en sueño de ovillo.
Hoy, en esta noche tan caliente brotando
en junio, tu cabello claro más oscuro,
quería contarte que la vida es también eso:
una fila en el espacio, una fila en el tiempo,
y que tu tiempo seguirá al mío.
En un estilo del que gustaba, el de un hombre
que un día recordó a Goya en una carta a sus
hijos, quería decirte que la vida es también
eso: un esxopwta a veces cargada
(como decía una mujer sola, pero
grande como un jardín). Enseñarte natillas,
dejarte
testamentos, hablarte de tazones – es siempre
mirarte amor-. Pero es también amotinarte
ante la vida, atrincherarte, y a mí, en fila
discontinua
de mentiras, en cariño de verso.
Y yo quería hablarte de los nexos de la vida,
de quién la habita para más allá del aire.
Y que el respeto entero e infinito
no necesita venir después del amor.
Ni antes. Que las filas solo son útiles
como formas de mirar, maneras de ordenar
nuestro espanto, pero que es posible puntos
paralelos, espejos y no ventanas.
Y que todo está bien y es bueno: fila u
ovillo, dos cabezas en un cuerpo solo,
o un dragón sin fuego, o unicornio
amenazando con llamas muy vivas.
Como el cabello claro que tenías entonces
se volvió castaño, incluso claro,
y la metáfora hecha por la infancia
se reveló tan buena en el poema. Se revela
tan útil para hablar de la vida, esa que,
sin tazones, intactos o partidos, continúa
siendo buena, incluso en disonancia de ovillo.
No sé qué te diría en un futuro más próximo,
si quien así habita los espacios de las vidas
tiene ojos de gigante o cuernos monstruosos.
Porque te amo, te querría un antídoto
igual, a elegir, que te hiciese grande
de repente, volando, como hada, sobre la fila.
Pero al amarte, no puedo hacer eso,
y en esta noche caliente desgarrando junio,
quiero hablarte de la fila y del ovillo
y de todas las diversas formas de amar,
pero hechas de pequeños sonidos de espanto,
si lo justo y lo humano ahí se abrazan.
La vida, hija mía, puede venir
de otra metáfora: una lengua de fuego;
una camisa blanca del color de la pesadilla.
Pero también ese bulbo que me diste,
y que ahora floreció, pasado un año.
Porque tuvo tierra, un poco de agua
y una terraza para liberarlo de pasos.
Ana Luisa Amaral
En Sombras de porcelana brava. Diecisiete poetas portuguesas.
Edición y traducción de Vicente Araguas.
Vaso Roto Poesía.
Sabía que solo era un traje,
Pero se me olvidó.
Y justo cuando decidiste
Quitártelo
Me acordé temerosa
Y enseguida me pregunté:
《¿Por qué temerosa?
Es tan solo un traje
Incluso si durante tantos años
El mundo creía que eras tú》.
Ahora, en fin, ya no hay confusión posible.
Estaba ahí tirado, arrugado,
Ajado de tanto llevarlo puesto, desgastado,
Sin nada que ver contigo,
Ajeno, bajo las flores,
Se me olvidó mirarlo,
sentía cómo tu incansable mirada
Lo contenía, junto a todos nosotros,
Sin ningún interés ya para ti.
No te veía porque, como en la novela de Wells,
Solo el traje te hacía visible
Y únicamente la nieve
Que te caía en los hombros y en el pelo
Delataba tu presencia,
Pero dentro de la iglesia no nevaba.
_____________________________________
Se nos morían los padres, los abuelos,
Se nos morían los amigos,
Nosotros éramos espectadores.
Era algo que les sucedía
Siempre a los demás
Y no teníamos tanta imaginación como para
ponernos en su lugar
Ni siquiera en broma.
En realidad, no la tuvimos
Ni cuando nos sucedió a nosotros,
Ni tú, ni yo
Nos lo creíamos
Y esperamos juntos a que sucediera.
O, tal vez,
Solo yo esperaba.
__________________
Nos encontramos como en una pompa de jabón
Que, de vez en cuando, consigo
Crear,
Brillante, transparente,
Con nosotros dos dentro,
Bellos y felices,
Conscientes
De que todo dura solo unos segundos.
No obstante, todo es tan milagroso,
Y quién sabe si ahí dentro
Un segundo
No dura
Miles de años.
Ana Blandiana
En Variaciones sobre un tema dado.
Traducción de Viorica Patea y Natalia Carbajosa
Visor poesía.
Chupas la punta del pincel Ende, para afilarlo. En tu saliva hay un regusto a leche de cabra. Desenrollas el pergamino.
Hace frío en el scrptorium. Desde el ventanuco con arco de la herradura se ve el valle. La nueve se funde en la sierra. El arroyo corre caudaloso.
Colores vivos. Figuras enjutas. Ornamentación geométrica heredada de los mozárabes.
Usas minio; de ahí la denominación de tus dibujos.
¿Nunca ingieres ese plomo rojizo que traen molido desde las minas al monasterio? ¿Te enjuagas las manos después de usarlo?
Boccaccio no sabía de ti: no te menciona en De mulieribus claris. Timarete sí que consta en dicho muestrario de hembras ágiles -virtuosas y/o deshonestas-, entre otras ciento cinco lustrosas. Cristina de Pizán intuyó algo más tarde La ciudad de las damas.
Amelia Maggia, Grace Fryer y las demás, también vosotras chispabais pinceles.
No erais artistas, ni espíritus, aunque en el salón de baile emanase fosforescencia de vuestros vestidos.
¿Qué empleabais para colorear los relojes de la U.S. Radium Corporation?
A veces sustraíais una pizca para maquillaros, sin saber que los químicos, arriba, se protegían con guantes y mascarilla.
Cuando afloraron los tumores, la empresa sugirió algo sobre la sífilis, como si la plantilla estuviese repleta de casquivanas.
Invertisteis las indemnizaciones en vuestros ataúdes.
Toda biografía emite un átomo de luz.
Miren Agur Meabe
en Cómo guardar ceniza en el pecho.
Bartleby Editores.