sábado, 29 de noviembre de 2014

Anne Carson: El Beckett de ella

Visitar a mi madre es como empezar con una obra de Beckett.
                Conoces esa sensación de atravesar la corteza,
la densa oscuridad oh no del pequeño cuarto
con paredes demasiado estrechas, tan predecibles.
Tintineo y súbito esfumarse de juguetes que son de la memoria
y por error aparecen ahí, vagando asfixiados
                                                                  en la página del dolor.
                                                                               Peor
                                                                 responde cuando pregunto,
                                                   a pesar del (¿era abril?) brillo vivaz de sus ojos:
"salimos a remar por el Lago Como"
asoma apenas de sus labios.
                  Nuestro amor, ese locuaz instigador,
                               recorre el cuarto
                                             azotándolo todo
                                                               y se esconde otra vez.


Anne Carson
en Decereación.
Vaso roto poesía.
Traducción de Jeannette L. Clariond.

martes, 18 de noviembre de 2014

Wisława Szymborska: Dos poemas de Hasta aquí



RECIPROCIDAD

Hay catálogos de catálogos.
Hay poemas sobre poemas.
Hay obras sobre actores representadas por actores.
Cartas motivadas por cartas.
Palabras que sirven para explicar palabras.
Cerebros ocupados en estudiar el cerebro.
Hay tristezas contagiosas al igual que la risa.
Hay papeles que provienen de legajos de papeles.
Miradas vistas.
Casos declinados por caso.
Grandes ríos con gran participación de otros pequeños.
Bosques hasta sus bordes desbordados de bosque.
Máquinas destinadas a construir máquinas.
sueños que de repente nos arrancan del sueño.
Salud necesaria para recuperar la salud.
Escaleras tan hacia abajo como hacia arriba.
Gafas para buscar gafas.
Inspiración y espiración de la respiración.
y ojalá de vez en cuando
odio al odio.
Porque a fin de cuentas
lo que hay es ignorancia de la ignorancia
y manos ocupadas en lavarse las manos.

A MI PROPIO POEMA

en el mejor de los casos
serás, mi querido poema, atentamente leído,
comentado y recordado.

En el peor de los casos
sólo leído.

Hay una tercera posibilidad:
aunque escrito,
un instante después arrojado a la papelera.

Puedes optar aún por utilizar una cuarta salida:
desaparecer no escrito
ronroneando satisfecho algo para tus adentros.



Wisława Szymborska
en Hasta aquí
Bartleby Editores.
Traducción de Abel Murcia y Gerardo Beltrán.

domingo, 16 de noviembre de 2014

Leopoldo María Panero: Poema XIV de Rosa enferma.























PSIQUIATRA toxicológico pregunta mi nombre al dolor
Solo él sabrá decírtelo
Solo él sabrá el nombre de una princesa que aúlla
Contra mi piel
Que aúlla contra el absoluto de la noche
Y tiene miedo del silencio
Que se derrumba sobre mi piel
Buscando la eternidad del gusano
El horror de estar vivi
Rezándole a la carne
Horadando la pared con el berbiquí de la sombra
Y contra la amapola del desastre
Que sobrevuela la vida como un pájaro
Y cae sobre ella sin dolor
¡Oh, tú, Stindberg!, que bailabas sobre el dolor
Y orinabas sobre las tumbas
Cuando yo muera quedará solo
Un rastro de baba
Solo una herida sin dolor
Solo una tumba humillada
Solo una flor contra nadie
Solo el nombre de Joyce
¡Ah tu siesta de los Finnegans!
Solo dibujas la eternidad
Como una flor que cae contra el suelo
Y escupe contra el dolor.













Leopoldo María Panero
en Rosa enferma.
Huerga & Fierro.

sábado, 18 de octubre de 2014

Elvira Sastre: Un sueño.


El resto del mundo buscaba las respuestas. 
Ella tenía las preguntas.

Era un domingo con etiqueta de fiesta
de sábado enredado en nostalgia.

Yo caminaba sola,
a caballo entre mi cansancio
y la esperanza que te ordenan tener,
mirando al suelo
-siempre-
para no perder detalle
de la belleza de las cosas que son más pequeñas que nosotros.

No sabía dónde iba:
estaba atrapada entre una huida que acababa siempre liberándome
y una libertad que me volvía presa de mí misma.

De repente
empezó la lluvia
y,
como si fuera una banda sonora programada
de una de esas estúpidas películas felices
o el tiro que indica la salida de la carrera de tu vida hacia la muerte,
levanté la mirada
y fui testigo de cómo Gran Vía guardaba silencio,
como calla quien no sabe qué decir ante lo que es más grande que él.

Ella,
así, con mayúscula,
como se escribe Lluvia, Invierno y Tristeza
o Pájaro, Amor y Saliva.
Ella.

Paseaba despacio,
se la veía tan segura
de que el mundo dependía en ese momento de sus pies
que la prisa no entraba en sus pasos.

Sonreía a solas,
como un prodigio animal en medio de una selva humana.
Parecía que decía:
idiotas, la solución a todo está en nuestras bocas.

Zarandeaba sus manos
buscando algún tipo de herida,
tenía los ojos de color café batalla
y en el pelo un millar de caricias en marzo.
Su pecho parecía batirse en retirada a cada latido
y sin embargo era fácil entender que era el aire
el que la respiraba a ella.

Miraba al horizonte:
cualquiera en su loco juicio
hubiera dicho de ella que tenía todas las preguntas,
que era una niña perdida
que había venido a salvar(me d) el mundo
porque nunca lo sabría,
que probablemente habría nacido en una nube
y se marcharía con la próxima tormenta
con el resto de todas esas historias
que violan con violencia vidas.

A través del deseo
de querer besarle los párpados,
me di cuenta de que era uno de esos seres
que jamás,
ni aun empeñando tu empeño,
podrías llegar a conocer.

Era una de esas maravillas
que te hacen querer ser humano.

Juro que no exagero
si os digo que todo mi invierno se concentró en su cara,
que la lluvia era más pequeña que ella
-igual que mi corazón,
los árboles y la contaminación de Madrid-,
que nada tienen que hacer las mariposas y los terremotos
cuando ella pestañea,
que la miré como si Gran Vía fuera el diluvio universal
y Noé la hubiera señalado solo a ella.

Que la vida
puede durar un cruce de miradas
en medio de una tormenta.
Y os aseguro que eso es un regalo,
eso es más que suficiente.

E igual que apareció,
se marchó:
como quien camina de puntillas
y provoca estampidas de latidos.
Disimulando,
como si no creyera en la poesía
y pensara que todo lo que no se dice en voz alta
no existe.
Como un secreto,
ignorante de que son silencios
que hacen más ruido que la verdad.

Y yo la dejé irse,
sin nombrarla
para no romper su existencia.





Elvira Sastre
en Baluarte.
Valaparaíso ediciones.

viernes, 17 de octubre de 2014

Elena Medel: Una plegaria por las mujeres solteras



Ángel
de los pisos de soltero,
ángel de las solteras
que duermen varias noches en un piso de soltero,

¿lo sabías?

Antes del amor el hombre
se entrena golpeando.
Su hogar lo construye con el ruido:
tan firmes las paredes
tan familiares tan firmes las paredes,
los cimientos de su casa los ha hundido daño a daño.

Ángel del sexo
con los inquilinos de pisos de soltero,
ángel del no querer oír
de las solteras,

¿lo sabías?

Después del amor
el hombre se incorpora para escoger un disco
y suena una canción y susurra
me gusta esta canción:
para entonces está otra vez dentro de ella.
Luego habla de su hogar en otra parte
y de quienes viven en él -sin él, en ese hogar más suyo:
      enseña fotos-
y la mujer lo abraza y él susurra
me gusta estar contigo.
Y la mujer oye.

Ángel del suelo sin barrer
de los pisos de soltero,
ángel de las solteras
que pasean desnudas por los pisos de soltero,

¿lo sabías?

Antes del amor la mujer predijo su futuro. Junto a él,
en su sofá, ella se fijó en sus libros. Debe de ser bueno
un hombre que lee así. (Pero también antes del amor
los amigos del hombre predijeron su futuro).
Debe de ser bueno
un piso en el que distingues dónde pisaste la otra noche
y dónde pisó la otra la anterior.

Ángel del frigorífico vacío
de los pisos de soltero,
de las solteras que se conforman
y desayunarán solas, más tarde,

¿tú lo sabías?

Después del amor la mujer se ducha mientras
el hombre fuma en el pequeño salón de su piso
de soltero. Se despiden,
dos amigos: ella viste la ropa de la noche
anterior, él se avergüenza.

Pero tú

ya lo sabías.




Elena Medel
en Chatterton
Visor. Premio Fundación Loewe a la Creación Joven.

jueves, 31 de julio de 2014

Yannis Ritsos: Fedra (inicio)




Te pedí que vinieras. No sé cómo empezar. Estoy esperando que caiga la noche,
que se alarguen las sombras en el jardín, que entren en casa
las siluetas de los árboles y de las estatuas, que oculten mi cara, mis manos,
que embocen las palabras que, sin definirse todavía, titubean -ésas que no conozco,
ésas que me intimidan.
Te pedí que vinieras sin pensarlo, sin prevenirte, sin dejarte tomar aliento,
sin que hubieras podido darte un baño, con el polvo aún prendido
a la belleza de tu rostro; (estás rojo, te lastimó el sol; no me hiciste caso,
no te pusiste el anillo que trencé para ti;) y cuánta pelusa
de las espinas silvestres llevas en el pelo...
Mira,
esto parece una bola de plumas -¡qué ligero! y aquello
evoca la pequeña mandíbula de un animal apócrifo -muerde el rizo
que te cae sobre la ceja; -espera, déjame quitártelo. Se han hecho más largos los días;
llegó pronto el calor; lo percibes en los tejidos, en la madera de los muebles, en tu propia piel
como una triste tregua.
El golpeteo del telar
es disparejo, no le basta con la alcoba, sale a la calle-
todo tiende hacia fuera; se extiende; incluso yo
pese a que vivo dentro de esta casa, pese a que mantengo los ojos cerrados
para concentrarme -lo percibo: no me basta conmigo misma; a través de mis párpados,
como si fuesen de cristal, veo lo que pasa fuera, te veo nítidamente en el bosque, veo
la curva de tu cuello cuando bebes agua de la fuente; yo creo que
lo exterior va penetrando en nosotros -lo aceptamos como al destino-
y de pronto nos llenamos hasta la asfixia; entendemos el vacío anterior; un vacío
que ya no es soportable; (¿dónde encontrar la plenitud? Asfixia).
La santidad de la privación -
¿así decías? No recuerdo bien; (¿de la privación decías o de la negación?)
Qué palabras tan irreflexivas-
el triunfo de la voluntad, decías -¿qué voluntad? ¿qué triunfo?-
un triunfo cruel, imperdonable -un oscurísimo monte más allá del ocaso,
más oscuro que el camastro de un ciego.
No creo en la santidad
sin el pecado; -la llamo flaqueza, la llamo cobardía;-
las ofrendas a los dioses no son sino un pretexto para evitar el sufrimiento;-
son invisibles los dioses; no dan pruebas; -acaso eso es lo que pedimos;
no la santidad en sí, -sólo una sombra para ocultarnos. Lo sé:
sé que te amas en solitario cuando estás frente al espejo;
vi los rastros en tus sábanas, los olí, -en esos momentos olvidamos a los dioses.



Yannis Ritsos
en Fedra.
Acantilado.
Traducción de Selma Ancira
...

martes, 29 de julio de 2014

José María Álvarez: COMO ASEGURABA KARL KRAUS, PUEDE QUE LA MUJER...

COMO ASEGURABA KARL KRAUS, PUEDE QUE LA MUJER SEA UN SATISFACTORIO SUCEDÁNEO DE LA MASTURBACIÓN, PERO ESO REQUIERE UNA IMAGINACIÓN DESBORDANTE. Y COMO DICE SAINT-SIMON -AUNQUE CREO QUE ÉL SE REFIERE A LA DUQUESA DE BERRY-, ERA LA SIRENA DE LOS POETAS, CON TODOS SUS ENCANTOS Y TODOS SUS PELIGROS.


DEVÓRAME, hija de la gran puta.
Mientras me corro sentir tus dientes de odio
y esos ojos obscuro como topacios fríos.
Chúpamela con esos labios
párpados de la Muerte.
Que sea lo último que vea.
Devórame así,
sin quitarte esa falda
viciosa, esa bisutería infernal.

Besar tus ojos, oler tu pelo,
esas axilas donde sombrea un vello mal rasurado,
morder ese vientre omnipotente,
esos mulos ambiciosos.
Así, como estás.
Entrar en tu coño
como debieron adentrarse
en la luz de Asia los caballos de Alejandro.

Y entonces te das cuentas:
No le hablas a nadie. Estás hablando
solo. Ella no te escucha.
No huele, no respira, su carne no se estremece.
Es una fotografía.
el cartel de una película.

Pero hay algo en esa fotografía...
Como una mano de huelo que te estrujara
las tripas.
Una belleza nueva. La Belleza de este
siglo.
Brutal. Pero te excita.
Despreciable. PEro la
deseas.
Y ahí está. Esperándote.
Para que te encanalles en la vulgaridad,
busques a ese que también eres tú
en el sabor de lo sucio, lo turbio, lo bestial.

Diosa de polígono
Industrial, ninfa de hamburguesería, sirena
de botellón,
Dido de grandes superficies
y parkings monstruosos.
Tan brutalmente hembra de deseo.,
Esa Nada de su mirada es hermosa,
sin futuro ni pasado.
Pero Helena de Troya cuando brillan
sus muslos
en la luz de un water de discoteca,
sobre el capó de un coche bajo la Luna.

Ah la Echegui en esa fotografía.
Su talento de actriz
+ el rugido de su cuerpo
+ mise en scène por Bigas Luna
+ eso que los arrastraba
más allá de ellos mismos; esa fuerza
letal
de la sexualidad nueva, ese insecto atrapado en ámbar.
Ah la Echegui en ese cartel.
Hija del photoshop que para siempre
así la entrega a nuestros sueños más lascivos.
Neón en vena.
Esa Diosa asesina.
Una fotografía ante la que soñar
con placeres feroces.
Y masturbarse, masturbarse, masturbarse.
Oh sagrado sightseeing.




José María Álvarez
en Como la luz de la luna en un martini.
Renacimiento.

martes, 22 de julio de 2014

Cristina Morano: Los frutos


(Francesca Woodman)


Unos frutos cerrados, dispuestos en la mesa
mientras comemos, limpios,
sin una sola mancha en su piel
como una afirmación de confianza
en la perlada carne para siempre.
Me alcanzas el cuchillo con tu mano
desollada al acarrear la compra.

Somos nosotros los heridos,
los que dudan de que esta fruta
y esta comida entre nosotros
puedan seguir igual al paso de los años,
de que la plenitud sea una cosa
redonda y contundente
que brilla y que se alcanza
de una sola vez y para siempre.

Te miro morder las manzanas: me salpican
chispas de jugo verde como si todo estallara
y nada de lo que perdura nos correspondiese.



Cristina Morano
en Cambio climático.
Bartleby Editores.

miércoles, 9 de julio de 2014

A. R. Ammons: Basura (2)


Basura tiene que ser el poema de nuestra época porque
la basura es lo bastante espiritual y creíble como para

embargarnos la atención, estorbando, poniéndose por medio,
amontonándose, apestando, manchando los arroyos

de marrón y de blanco cremoso: qué otra ocas nos aparta
de los errores de nuestros ilusorios usos, no la tentación

de carecer de porquería, eso resulta remoto, y,
en cualquier caso, inimaginable, poco realista: yo nos soy un

abreboquetes o tapaboquetes: métele el dedo
a la dama (qué digo, mierda, al dique), que no derrame

el fluir de la cratividad, lo que viene aflorando, futurista,
los orígenes que fomentan la porquería: junto a la I-95, en

Florida, dond es raso el terreno como son rasos océano
y golfo, surgen montones de desechos (porque si sacas una

cosa para hacer sitio y meter otra dentro, qué ocurre con
la cosa que has sacado: lo mismo pasa con las tumbas),

se arrastran los camiones de basura como con reverencia,
como si ascendieran por zigurats hacia las altas aras

que conservan con vida gaviotas y basura, ofrendas
a los dioses de la basura, la represalia, la expectativa

realista, las deidades de ingratas necesidades:
jóvenes y refinadas lombrices de tierra, ahogadas

por lluvias primaverales en pozas de macadán, se vuelven
en día y pico blancas de humedad, redondas motas

con aspecto de esputo o cremonísismos moluscos,
crudos y machacados: si este poema no es el mejor

del siglo, acaso puede tratar del peor poema
del siglo: al menos aparece hacia el final,

y así debajo de su medida puede cundir un
largo reguero de bazofia: pero arriba, en las alturas,

un humo mínimo emana día y noche la munificencia
sacrificial hasta entoldar el cielo de marrón y encerrarnos

como en una tetera bien tapada, la sempiterna llama
alimentada por esta intendencia de acres de profundidad:

la oferta gratuita de una silla de plástico paticoja:
un harapiento atuendo deportivo: la impresión de un

mainá pringada de gelatina: cómo escribir
este poema; debería ser corto, una pequeña explosión de

dúplex, o largo, pieza que caza sin veda, llega a casa
tarde, pierde la pista y la vuelve a encontrar;

debería actuar, representarse, dar ejemplos,
ilustraciones, colores, atuendos, o intensificarse

y quedar reducido a proclama, osamenta que un corpus
cualquiera alcanzaría a rodear, o acaso no debería ser nada

de nada a menos que se encuentre a sí mismo: el poema,
que trata de la idea presocrática del

eje disposicional que va de piedra a viento y veinto
a piedra (junto con elaboraciones mías, si alguna cabe),

está completo antes de comenzar, así que no es preciso
que me apresure a abreviar, aunque cualquier lector cansado

podría concluir en breve: el eje quedará bastante
claro si se embadurna aquí y allá con un poco de tinta

o está bien afinado en toda forma o tonalidad
de su revelación: este es un poema científico,

y afirma que la naturaleza modela valores, que nosotros
inventar hemos inventado poco (hemos copiado), reflejos

de posibilidades que ya estaban aquí, donde vinimos
a parar y la forma de venir: un director sacerdotal tras el

buldózer que echa negros bufidos ladea las cosechas y
lee las aves, millones de solitarias que van circundando

una cumbre común, cayendo sobre las vetas carnosas
y los inflados panecillos (¿frailecillos?): hay un montón,

además, en la mente del poeta hasta donde se remolca
la lengua muerta para que arda entera, la energía se conserva

y cobra hechura de giros y conjuntos nuevos, y la mente
se fortalece con lo que ella misma fortalece, y es que

dónde sino en el culo mismo de una caída está
la redención, dónde sino en el rebajamiento, dónde

sino en el dolor del fracaso, la pérdida y el error discernimos
nosotros las feroces aflicciones que nos hacen girarnos,

dónde sino en los arreglos a los que el amor nos arrastra
del todo, donde no queda ni un resto de nuestros alardes

sin humillar, hallamos dulce semilla de nuevas
rutas; pero somos naturales: fue la naturaleza, no

nosotros, quien nos dio pie: aun así no estamos, aun siendo
naturales, divorciados de más altas y más finas configuraciones:

tejidos y hologramas de energía circulan en
nosotros, y buscan y encuentran representaciones de sí mismo

fuera de nosotros, de forma que podemos participar en
altas celebraciones y conocer alcances de sentimiento

y vista y pensamiento tales que penetran (realmente
penetran) lejos, más lejos que estas húmedas células nuestras,

y van alzándose y pasando nuestras historias, los planetas,
las lunas y demás cuerpos localmente hasta llegar al otro lado

del polo, odnde las formas de la materia se difunden
y la energía pierde todo medio para expresarse excepto

en cuanto espíritu: ah, sí: allí, en lo que dura, donde
dura la mente y nada más, lo eterno,

hasta que pasa a ser otra pera o pez sol,
ese destello pasajero en el ojo del pez que hace

tanto que está allí, yendo y viniendo: es el
destello de la eternidad: todo se vuelve a desenvolver,

cobra forma y la pierde, palpable e impalpable,
y  en una sola fase, la misma del dolor y del amor,

nosotros conocemos al otro, donde lo perdurable viene a
prevalecer, bien y sin trabas: ese cielo que mayormente

queremos es, sin embargo, este infernal fondo infestado
por reacción, el sobrecogedor culo del cielo: hay que escribir y

reescribir hasta que bien rescrito esté: si estoy en
contacto, dijo ella, entonces llevo delantera: qué

infernal forma de hablar es esa: no me puedo creer
que yo ya sea un simple viejo, cuya madre está muerta,

cuyo padre ha fallecido y muchos de cuyos
amigos y colegas se han ido para terminar bajo

tierra, que solo es viento con peso, o convertidos
en polvo, brisa más leve: pero es que, francamente, todo

esto era de esperar y no de desear: incluso
viejos árboles, recuerdo algunos de ellos, el lugar

donde se alzaban: las fotos tomadas junto a algunos:
y viejos perros, sobre todo uno negro, uno imperial,

los cuatrillizos con sus jerarquías (arquías como en Archie)
sucediéndose unos a otros, ladridos y retozos van pasando

hasta perderse como transparencias en un proyector: qué
eran entonces ellos que son ahora lo que son:


A. R. Ammons
en Basura y otros poemas.
Traducción de Daniel Aguirre y Marcelo Cohen
Lumen.

Tonino Albalatto: Y ya noche adentro de la noche



Y ya -de noche adentro de la noche-
yacer sobre el paisaje lujurioso
de tu cuerpo salvaje, inagotable,
y lamer largamente -con lengua
de Jagger- el origen del mundo
el Satisfaction de tu suspirar.

Y una vez consumada la canción,
dejarte dormir mientras encamino
mis pasos hacia el cuarto de baño
donde esperan tus bragas, las que tú
dejaste allí;
                  y olerlas otra vez,
olerlas con placer
                   rindiendo honores a Onán...
                   ¡Eso sí que es poesía!


Tonino Albalatto
en Con todo el barro de la vida.
Traducción de Ángel Paniagua.
Raspabook

jueves, 3 de julio de 2014

Jaroslav Seifert: Homenaje a Vladimir Holan



(Vladimir Holan)


Hay momentos en que en nuestro pensamiento
olvidamos incluso a los muertos,
cual si su eterno no ser
fuera sólo un reposar
en tranquilidad suave y sin dolor,
bajo unas flores marchitas.

Pero basta un estremecimiento de placer,
sea cual sea,
y nos aprestamos a regresar
a los problemas cotidianos.

He sobrevivido a todos los poetas
de mi generación...
Todos fueron amigos míos.
El último en morir fue Vladimír Holan.
¿Cómo no iba a sentir zozobra?:
estoy solo.

Jiri Wolker fue el primero,
era joven y tenia prisa.
¡Oh esos desdichados besos
en los labios febriles
de las muchachas tuberculosas
del sanatorio a la orilla del mar...!

Años más tarde muere Jindrich Horejsí.
Era el mayor de nosotros.
Escribía sus versos en el café repleto,
en una mesita redonda,
como un soldado, después de la batalla,
escribe a su amada las cartas
sobre un tambor boca arriba...

Josef Hora fue entre nosotros el único
en tutearse con F. X. Salda.
Entrad en su jardín
cuando empiecen a florecer los árboles injertados.
Sus impresionantes flores desprenden al sol perfume
de almendras amargas.

Frantisek Halas, compañero amado,
no nos dijo adiós siquiera.
Deseaba que sus verso graznaran
a los oídos de la gente,
pero, a veces, no lo conseguía
y cantaba.

Con un gesto brusco se marchó de repente
Konstantin Biebl.
Añoraba la ternura de las muchachas hawayanas
que son como flores vivas
y andan silenciosamente de puntillas.

Vitézlav Nezval renegaba de la muerte
y ella se vengó.
Cuando murió inesperadamente en Pascua,
como él mismo había predicho,
se partió una de las ramas fuertes
del árbol de la poesía.

En la muerte aún no había ni pensado
Frantisek Hrubín.
Al principio no sospechaba yo dónde había descubierto
las melodías de sus versos,
pero él escuchaba solamente la risa del agua
en el dique del Sázava.

Hola tardó en morir.
El teléfono frecuentemente se me caía de la mano.
En esa maldita jaula que es Bohemia,
tiraba con desprecio sus poemas
como trozos de carne ensangrentada.
Pero los pájaros tenían miedo.

La muerte quería su sumisión
mas él la sumisión no conocía
y hasta el último momento
luchó furiosamente con la muerte.

El ángel que levantaba sus brazos
cuando se desvanecía,
estaba sentado al borde de su cama
y lloraba.




Jaroslav Seifert
en Breve antología.
Traducción de Clara Janés.
Odiciones Orbis. Colección Premio Nobel.

martes, 1 de julio de 2014

Pedro Antonio Martínez Robles: Amanece (I)




ESTE ensayo de luz, esta algarada
de pájaros poblando el aire, ajenos
al ruido de los hombres,
tan fuera de lugar, tan de este modo,
tan fuera de este espacio y de este tiempo.
A veces hay un súbito silencio,
un callarse de máquinas y voces,
y se hace más patente
la presencia del agua en sus regatos,
el vuelo mudo
de las aves bajo esta luz que empieza
a sacarnos despacio de las sombras.
          Mira.
Míralo todo bien, muy lentamente,
pues aún no sé qué formas
guardará mi retina en este instante
en que deje de ser, junto a estas obras,
luz yo también, materia del olvido,
aquí,
junto al mundo que importa y no se advierte,
en estos campos, estos huertos donde,
si aplicas el oído, si escuchas
con atención, oyes crecer la hierba,
sientes crecer el higo y darse en mieles,
ofrecerse a la mano y a la boca
en un humilde ciclo donde todo
se multiplica y cesa en un instante,
donde es un gesto simple la existencia,
un transcurrir sencillo,
sin ambición ni tacto, sin medidas
de lo mundano, atroz, de lo que sobra:
sólo un dejarse llevar, porque aquí
vivir, morir, son una misma cosa.





Pedro Antonio Martínez Robles
en El ámbito de la luz.
Algaida. Poesía.

Premio internacional de poesía José Zorrilla.

miércoles, 25 de junio de 2014

Antonio Hernández: Nueva York después de muerto


                              (Luis Rosales)

ASÍ QUE ANTONIO, AHORA, ES QUIEN EMPUJA MI SILLA
de ruedas. Si se encarta, también la de María,
y como la vejez es una voltereta en el vacío
que extrae la sonrisa, es más, la carcajada
o el sobrecogimiento, voy a contarles una historia
de teatro o de circo, una historia prevuelo, de embarque
hacia Granada, una historia en la que no andaba Antonio
con nosotros, cuando estaba de moda un concurso
en la tele, popular, chabacano, liposuctor,
en el que la consigna ordenaba: "A jugaaaaar...!"
María cojeando de ambas piernas, yo, telegrafiando
de tan trope y tan lento, y Pepe López Rubio
con un brazo de yeso, en cabestrillo.
Ya en el embarque, ya la procesión
recta, casi camino más allá de las nubes,
insérsicos, mas altas las cabezas, felices
de volver al lugar donde nacimos, cuando
un empleado parecido a Prats, a Joaquín Prats,
el mandamás de la pantalla estúpida,
gritó bien divertido empuñando su chanza
hacia nosotros: "!Hale, a esquiaaaar....!".
Si ya eres viejo -Epícteto lo dijo- guárdate
de no estar prevenido cuando seas llamado.
Nos reímos, no había otro remedio. Qué pocas
personas mayores saben ser jóvenes...
Y el vulgo, ya se sabe, ni disimula, ni perdona,
ni compadece. Menos mal: vimos el Mulhacén
antes de contemplarlo, su compadre Veleta con joroba,
ambos como si fueran tres titanes albinos,
la nieve de Granada frente a mis cinco años,
y a los tres reyes magos de Manhattan reunidos:
Empire, Chrysler y World Trade Center.
Cuando lo supo Antonio no pudo replegarse:
"¿Y no has visto, maestro,  a Federico,
no estará entre las nubes su tumba?".
Es ingenuo y cabal y sabe estremecerse,
marxista a bote pronto y corto plazo,
canela en rama todavía, en bruto
pese a sus muchos años conductores,
y, como en la pregunta, a veces se acaricia
con la cursilería. Llegado un día me traicionará
atribuyéndome sus versos, merodeando por los míos,
por los de Federico, que es más imperdonable.
Pero hasta ahora es él, Antonio a quemarropa.




Antonio Hernández
en Nueva York después de muerto.
Calambur.



viernes, 13 de junio de 2014

Félix Grande: Péndulo Santo



Viejita, espera, yo te ayudo
dame la mano, ayúdame...

Haz memoria conmigo por Entonces,
calle del Prado, Aula Pequeña, cuando eras
la huérfana más guapa de Madrid:
"Ha venido la novia formal de Felicito...
No sé yo, fuma cigarrillos...
¡pero cuánta alegría se le pone en los ojos!"

Era verdad. A cuanto tú mirabas
con tus ojos omnipotentes de candor y perdón
le bortaban irresistibles ramitas de futuro.
Cosas caídas se erguían con presunción de lunes.
Papeles rotos náufragos del charco
se agrupaban inusitados como un libro altanero.
Tristeza que caía en tus manos
quedaba destinada a fenever. ¡Qué destino
de discrepancia en la harina del desconsuelo
ante las travesuras de tu levadura celeste!

Yo era consciente de que hacías milagros.

Respirabas junto al brocal
de las heridas de mi niñez agarrotada
y aquella pus remota, aquel alpiste tóxico
de que se alimentaban mi pena pánica y mi odio arcano
se avergonzaba de su pestilencia: la rata del odio
se escabullía detrás del pareazo del olvido, y a la pena
le caía sobre la cara un diluvio de azúcar

: el Gran Houdini se moría de envidia.

Vino don Antonio Machado
a comprobar si era verdad que en La Cacharrería del Ateneo
una joven republicana, al hablar de La Guerra,
untaba los pezones del porvenir famélico
con la pomada estereofónica de la misericordia.
"¡Don Antonio, que es cierto,
que no le miento, que resulta que a esa chiquilla
le retumba el ruidillo de la piedad
en las palabras españolas!"
...Resucitó en la sombra y en calma y en secreto,
escuchó en calma y sombra tu rumor compasivo,
abrió el interruptor de la bombilla de la Historia
para dar paso a la luz de una lágrima
y nos dijo a los dos su frase favorita: Hoy
es siempre todavía. ...El siempre aquel se columpiaba,
como un péndulo santo, en el reloj del año 1958.
Y en el pulpejo de mi mano izquierda
noté la aparición de una pizca del polen de la Especie:
¿qué es esto de mi mano? ¿qué es esta brizna
premoniciada de fraternidad?

Era la democracia.

...

De cana en cana medio siglo.
De borrasca en borrasca medio siglo.

De siglo en siglo de dolor medio siglo.
La yel del mundo con su medio siglo
rompiéndose los dientes contra sus farallones
de resistencia femenina: el poderío de tus dulces
cantando las cuarenta al ácido de la calamidad.
De beso en beso medio siglo.
De noche en noche esa iluminación
ese prodigio súbito perpetuo
esa presencia de la eternidad:
la criatura que más nos ama de la vida
...mírala qué dispuesta y con cuánta
autoridad nos riñe, al borde
de su angustia conmovedora,
que no quiere la pobre que nos hagamos viejos...
De suerte en regocijo medio siglo.
De carencia en problema medio siglo absoluto
con todos sus días puestos como insignias
de la solapa machadiana, el aprisco
de un siempre Todavía universal, doméstico,
ecuménico, humilde: así son los asuntos
de ese dactilar cósmico que llaman sencillez:
las cuádruples palabras más estremecedoras,
más arcaicas del habla, más revueltas en miel
de aquesta amarga historia de los hombres.
Medio siglo abrazados los dos los tres
a las cuatro palabras más profundas
del lenguaje. ¡Ah, el lenguaje: la cuantiosa
sartén sagrada que alimenta a todos:
la amanecida cena de la tribu!
Alégrate, viejita, dame la mano,
cena conmigo el picatoste
de nuestra marca preferida:
Hoy. Ser. Aún. Perpetuidad... ¡Oh, lenguaje,
oh, lenguaje! ¡Oh donativo cálcico
con sus milenios sitos en la planta del pie!
¡Oh noble hijo imperioso de los cinco sentidos!

Con esa frase en ristre hemos vivido.
Opusimos ese jarabe a la ronquera de la pesadumbre.
Sobre el vinagre de los infortunios vertimos ese arrope.
En el insomnio nos lamió los párpados.
en días carabancheles hacía guardia en la puerta
prohibiendo el paso a los fantasmas de la policía.
El ejército pordiosero de medio siglo de vivir,
con esa frase en su bandera alba
ganaba las batallas de la noche:
las sugestiones negras que taladran las sienes
en lo pozo, en lo pasmo, en lo nocturno,
en lo incaritativo solitario
se disolvían en el sosiego de la palabra Siempre,
de la palabra Todavía, de la palabra Hoy:
el trino de volar en aire eterno.
Con esa frase hemos vivido. Hoy
es siempre todavía.
...Y ahora viejita espera yo te ayudo
dame la mano ayúdame.

Buenos días, don Antonio.
Pruebe este dulce. Fume de mi petaca.
Usted llena mi casa de delfines!

...

"Ha venido la novia formal de Felicito...",
dijo mi madre, en el Poblado
Dirigido de Caño Roto
y en un versículo sonámbulo
del oratorio tiempo de la tribu.
"No sé yo, fuma cigarrillos...", dijo mi madre
mil años antes de morir.

"¡Pero cuánta alegría se le pone en los ojos!",
dijo mamá, casi hoy mi nieta Entonces.
Por entre el lujo incógnito de medio siglo de vivir
ha ido llegando a casa la multitud indescifrable:
canas, arrugas, dietas, achaques: la vejez,
el tragaluz por donde nos es dado
contemplar el hermoso abismo de la vida.





Félix Grande
en Libro de Familia.
Visor poesía.

miércoles, 11 de junio de 2014

Raquel Lanseros: Plegaria del clarividente



Ayúdame, Señor, quien quiera que tú seas,
espectro, voz en off, deidad doméstica,
incógnita, yo schopenhaueriano,
hálito cuántico del cosmos unitario.

El enigma delante, lo irrecuperable
detrás, entre pareces vacías y selladas.
La muerte es un amante insobornable
que ignora veleidades en lo lúbrico.

¿Hay resguardo allá arriba? ¿Algún atajo?
¿Es posible un lugar donde la idea
anticipe a quien ha de concebirla?


Llévame a contemplar la intensidad.
Y dime que no es tarde.
Cierro el portón, que quede bien cerrado.
No me sirven las cosas.
      Todas me son ajenas.

Sé que voy a marcharme sin bolsillos.



Raquel Lanseros
en Las pequeñas espinas son pequeñas.
XXIX Premio Jaén de Poesía.
Poesía Hiperión.

miércoles, 4 de junio de 2014

Strindberg: Correspondencia


De correspondencia, Carta a Siri von Essen, 12 de marzo de 1876, fragmento

¡Querida mía! Cree usted que no tiene talento; cree que tener talento es tener buena cabeza, inteligencia -de ninguna manera-; yo no tengo la inteligencia más aguda, pero sí el fuego: mi fuego es el mayor de Suecia y, si usted quiere, yo le prenderé fuego a esta guarida miserable.

August Strindberg
en Strindberg: Escritor, pintor, fotógrafo.
Nórdicalibros.

domingo, 1 de junio de 2014

Juan de Dios García: Football is over




El secuestro de Quini por la tele,
pan, aceitunas, queso, mortadela,
los cromos de la liga con olores,
plastilina, cacao, sudor, viruta,
N´Kono en el España 82,
Rincón en el 12-1 contra Malta.
Regresando del pueblo en el Ibiza
mientras un locutor pierde salud;
sueño, calefacción, aire pesado,
vapor en los cristales del domingo,
pasan semanas, cursos y partidos,
Camus y el Deportivo Montpensier,
la bufanda culé, la milanesa,
elegir entre un derbi y esa rubia,
entre la Supercopa y el examen
de Crítica Moderna y Comparada,
cabeza de cerdo a los pies de Figo,
papá llorando porque baja el Cádiz
en la sala de espera para quimio.



Juan de Dios García
en Ártico.
Germanía.

sábado, 31 de mayo de 2014

Antonio Lucas: Crisis



Ese hombre que no somos nosotros.
Esa madre de enérgica tormenta.
Los pueblos arrasados, ya sabéis,
y sus ruinas por dentro.

Todo estaba pactado,
menos la poesía.

La promesa de un cielo viejo.
el azufre de la indiferencia.
Lo demente sentado en el borde de los huesos.
El tráfico de lo que se calcula:
el rendimiento, lo que no respira,
el acuerdo entre falta e injusticia.
La certeza del valor de lo que brilla.
El crimen como última hipoteca,
su densidad como un rezo.
Siempre falta paraíso una vez roto el milagro.

El presente es un error de los pronósticos.
Con qué decirlo.
El miedo es nuestro único barómetro.
Y vivir es mantener el equilibrio
por tedio o cobardía.
Aceptar lo indemostrable.
Fingir que nuestra vida
no es rueda de obediencia,
que no lo es el silencio.
Ocultar que no antecede la maldad a la Historia.

Somos la certeza de un siempre estar de noche,
la lenta agricultura de siglos de soberbia.

Esto es lo que queda de nosotros,
esta generación que veis aquí,
este buen entendimiento del escombro,
este don de conquistar el fuego
                                        para inmolarse mansamente sin saberlo.



Antonio Lucas
en Los desengaños.
Colección Visor de Poesía.
XXVI Premio Fundación Loewe.

miércoles, 14 de mayo de 2014

Raúl Vacas: postdata

Postdata



Aún sigo rebañando tu último beso.







Raúl Vacas en
Consumir preferentemente.
Anaya.

sábado, 19 de abril de 2014

Vicente Aleixandre: Como el vilano



Hermoso es el reino del amor,
Pero triste es también.
Porque el corazón del amante
Triste es en las horas de la soledad,
Cuando a su lado mira los ojos queridos
Que inaccesibles se posan en las nubes ligeras.

Nació el amante para la dicha,
Para la eterna propagación del amor,
Que de su corazón se expande
Para verterse sin término
En el puro corazón de la amada entregada.

Pero la realidad de la vida,
La solicitación de las diarias horas,
La misma nube lejana, los sueños, el corto vuelo inspirado del juvenil corazón que él ama,
Todo conspira contra la perduración sin descanso de la llama imposible.

Aquí el amante contempla
El rostro joven,
El adorado perfil rubio,
El gracioso cuerpo que reposado un instante en sus brazos descansa.


Viene de lejos y pasa,
Y pasa siempre.
Y mientras ese cuerpo duerme o gime de amor en los brazos amados,
El amante sabe que pasa,
Que el amor mismo pasa,
Y que este fuego generoso que en él no pasa,
Presencia puro el tránsito dulcísimo de lo que eternamente pasa.

Por eso el amante sabe
Que su amada le ama
Una hora, Mié tras otra hora sus ojos
Leves discurren
En la nube falaz que pasa y se aleja.
Y sabe que todo el fuego que común se ha elevado,
Sólo en él dura. Porque ligera y transitoria es la muchacha
Que se entrega y rehúsa,
Que gime y sonríe.
Y el amante la mira
Con el infinito amor de lo que sabe instantáneo.
Dulce es, acaso más dulce, más tristísimamente dulce,
Verla en los brazos
En su efímera entrega.
"Tuyo soy dice el cuerpo armonioso-,
Pero solo un instante.
Mañana,
Ahora mismo,
Despierto de este beso y contemplo
El país, este río, esa rama, aquel pájaro..."

Y el amante la mira
Infinitamente pesaroso –glorioso y cargado-.
Mientras ella ligera se exime,
Adorada y dorada,
y leve discurre.
Y pasa, y se queda. Y se alza y vuelve.
Siempre leve, siempre aquí, siempre allí; siempre.
Como el vilano.


Vicente Aleixandre
en Historia del corazón.