Viejita, espera, yo te ayudo
dame la mano, ayúdame...
Haz memoria conmigo por Entonces,
calle del Prado, Aula Pequeña, cuando eras
la huérfana más guapa de Madrid:
"Ha venido la novia formal de Felicito...
No sé yo, fuma cigarrillos...
¡pero cuánta alegría se le pone en los ojos!"
Era verdad. A cuanto tú mirabas
con tus ojos omnipotentes de candor y perdón
le bortaban irresistibles ramitas de futuro.
Cosas caídas se erguían con presunción de lunes.
Papeles rotos náufragos del charco
se agrupaban inusitados como un libro altanero.
Tristeza que caía en tus manos
quedaba destinada a fenever. ¡Qué destino
de discrepancia en la harina del desconsuelo
ante las travesuras de tu levadura celeste!
Yo era consciente de que hacías milagros.
Respirabas junto al brocal
de las heridas de mi niñez agarrotada
y aquella pus remota, aquel alpiste tóxico
de que se alimentaban mi pena pánica y mi odio arcano
se avergonzaba de su pestilencia: la rata del odio
se escabullía detrás del pareazo del olvido, y a la pena
le caía sobre la cara un diluvio de azúcar
: el Gran Houdini se moría de envidia.
Vino don Antonio Machado
a comprobar si era verdad que en La Cacharrería del Ateneo
una joven republicana, al hablar de La Guerra,
untaba los pezones del porvenir famélico
con la pomada estereofónica de la misericordia.
"¡Don Antonio, que es cierto,
que no le miento, que resulta que a esa chiquilla
le retumba el ruidillo de la piedad
en las palabras españolas!"
...Resucitó en la sombra y en calma y en secreto,
escuchó en calma y sombra tu rumor compasivo,
abrió el interruptor de la bombilla de la Historia
para dar paso a la luz de una lágrima
y nos dijo a los dos su frase favorita: Hoy
es siempre todavía. ...El siempre aquel se columpiaba,
como un péndulo santo, en el reloj del año 1958.
Y en el pulpejo de mi mano izquierda
noté la aparición de una pizca del polen de la Especie:
¿qué es esto de mi mano? ¿qué es esta brizna
premoniciada de fraternidad?
Era la democracia.
...
De cana en cana medio siglo.
De borrasca en borrasca medio siglo.
De siglo en siglo de dolor medio siglo.
La yel del mundo con su medio siglo
rompiéndose los dientes contra sus farallones
de resistencia femenina: el poderío de tus dulces
cantando las cuarenta al ácido de la calamidad.
De beso en beso medio siglo.
De noche en noche esa iluminación
ese prodigio súbito perpetuo
esa presencia de la eternidad:
la criatura que más nos ama de la vida
...mírala qué dispuesta y con cuánta
autoridad nos riñe, al borde
de su angustia conmovedora,
que no quiere la pobre que nos hagamos viejos...
De suerte en regocijo medio siglo.
De carencia en problema medio siglo absoluto
con todos sus días puestos como insignias
de la solapa machadiana, el aprisco
de un siempre Todavía universal, doméstico,
ecuménico, humilde: así son los asuntos
de ese dactilar cósmico que llaman sencillez:
las cuádruples palabras más estremecedoras,
más arcaicas del habla, más revueltas en miel
de aquesta amarga historia de los hombres.
Medio siglo abrazados los dos los tres
a las cuatro palabras más profundas
del lenguaje. ¡Ah, el lenguaje: la cuantiosa
sartén sagrada que alimenta a todos:
la amanecida cena de la tribu!
Alégrate, viejita, dame la mano,
cena conmigo el picatoste
de nuestra marca preferida:
Hoy. Ser. Aún. Perpetuidad... ¡Oh, lenguaje,
oh, lenguaje! ¡Oh donativo cálcico
con sus milenios sitos en la planta del pie!
¡Oh noble hijo imperioso de los cinco sentidos!
Con esa frase en ristre hemos vivido.
Opusimos ese jarabe a la ronquera de la pesadumbre.
Sobre el vinagre de los infortunios vertimos ese arrope.
En el insomnio nos lamió los párpados.
en días carabancheles hacía guardia en la puerta
prohibiendo el paso a los fantasmas de la policía.
El ejército pordiosero de medio siglo de vivir,
con esa frase en su bandera alba
ganaba las batallas de la noche:
las sugestiones negras que taladran las sienes
en lo pozo, en lo pasmo, en lo nocturno,
en lo incaritativo solitario
se disolvían en el sosiego de la palabra Siempre,
de la palabra Todavía, de la palabra Hoy:
el trino de volar en aire eterno.
Con esa frase hemos vivido. Hoy
es siempre todavía.
...Y ahora viejita espera yo te ayudo
dame la mano ayúdame.
Buenos días, don Antonio.
Pruebe este dulce. Fume de mi petaca.
Usted llena mi casa de delfines!
...
"Ha venido la novia formal de Felicito...",
dijo mi madre, en el Poblado
Dirigido de Caño Roto
y en un versículo sonámbulo
del oratorio tiempo de la tribu.
"No sé yo, fuma cigarrillos...", dijo mi madre
mil años antes de morir.
"¡Pero cuánta alegría se le pone en los ojos!",
dijo mamá, casi hoy mi nieta Entonces.
Por entre el lujo incógnito de medio siglo de vivir
ha ido llegando a casa la multitud indescifrable:
canas, arrugas, dietas, achaques: la vejez,
el tragaluz por donde nos es dado
contemplar el hermoso abismo de la vida.
Félix Grande
en
Libro de Familia.
Visor poesía.