lunes, 22 de febrero de 2021

Ramón Andrés: Los libros

 Son perros, nos siguen, levantan la pieza,

la cobran, Lo abatido, nosotros.

Si te echan de casa, te los llevas;

toda la jauría. Si alguien te admite en otra,

no entras sin ellos, Están, escarban

en lo que guardas de instinto, Nombres cortos,

rápidos, secos para que te entiendan:

el perro-libro Chéjov, el perro Ibsen,

Nietzsche, Arendt, Blake, Poe, llámalos,

se revuelvan en la tierra humedecida,

como si superan que todo está en ellas

huelen a cuero usado, a cuerda mojada.

Raza o mezcla, dos precios. Dos clases.

Hozan. Está el que jamás se aleja

y el que va sin detenerse monte arriba,

el que responde al ladrido y el que duerme.

Perro Milosz, perro Bishop, Rilke,

no son falderos, vigilan, rastrean

tu pasado, los años hechos ya despojos,

carroña -diría Baudelaire-,

no dejan ni un mes ni un día de desperdicios

lo devoran todo. Poca correa, poco collar,

perro Bachmann, perro Stevens, Heaney,

muerden, muerden el palo que les lanzas,

y lo roen y roen porque es tu vida.


Ramón Andrés, 

En Los árboles que nos quedan.

Poesía Hiperión.

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