Ayúdame, Señor, quien quiera que tú seas,
espectro, voz en off, deidad doméstica,
incógnita, yo schopenhaueriano,
hálito cuántico del cosmos unitario.
El enigma delante, lo irrecuperable
detrás, entre pareces vacías y selladas.
La muerte es un amante insobornable
que ignora veleidades en lo lúbrico.
¿Hay resguardo allá arriba? ¿Algún atajo?
¿Es posible un lugar donde la idea
anticipe a quien ha de concebirla?
Llévame a contemplar la intensidad.
Y dime que no es tarde.
Cierro el portón, que quede bien cerrado.
No me sirven las cosas.
Todas me son ajenas.
Sé que voy a marcharme sin bolsillos.
Raquel Lanseros
en Las pequeñas espinas son pequeñas.
XXIX Premio Jaén de Poesía.
Poesía Hiperión.
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