LO QUE NO HAY EN UN NOMBRE
Sentada ante esa mesa, el balcón a la derecha,
como de costumbre,
pienso en mi hija y en el nombre que le pusimos
su padre y yo, cuando nació
Un nombre es cosa del discurso y la palabra,
tan espeso como esas hojas, que, si pudieran mirar,
desde aquella maceta me contemplarían
preguntándome por qué se llaman así
No obstante, no fui yo la que escogió el nombre de la flor
a la que pertenecen esas hojas:
el nombre ya existía, alguien pensó en él
mucho antes que yo, y fue sin duda a partir del latín,
sólo después: la costumbre
pero nada natural hay en un nombre:
como una prenda, un hábito, normalmente para la vida entera,
no hace más que cubrir
la desnudez en que nacemos
Con mi hija,
lo más hermoso de todo, la mayor deflagración
de amor, fue mirar sus ojos,
sentir el tacto en estambre
de sus dedos, tan finos
ésos: aún sin nombre,
pero de una oncotrolable
perfección entera
APRENDIZAJE
La bicicleta era cromada y negra,
Tenía en el manillar un listón ancho circundando
La Navidad y ruedas generosas
Como parecía el mundo
Yo, la mañana siguiente,
Sin saber mantener una ruta pareja,
A mi lado mi padre, sosteniendo el sillín,
Su mano: ardiente hilo de plomada
En ardiente confianza
Después era su voz entrecortada
Por el puro cansancio de correr,
Tratando de alinear la bicicleta
Hoy, tras muchos años de gestos paralelos,
Mi hija en otros caminos,
Mi mano corrigiendo desviaciones de más modernas ruedas,
Entiendo al fin que era emoción lo que se oía
En la voz interrumpida de mi padre:
Miedo a que me cayera,
Aun sabiendo que eran cortas las caídas,
Pero ante todo la ternura de verme allí,
Entrando en el mundo de los mayores,
En débil equilibrio
Al borde de la salida circular de la infancia
Ana Luísa Amaral
En What´s in a Name.
Poesía sexto piso.
Traducción de Paula Abramo,
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