En el lugar del lago donde crece un fresno
ha quedado al descubierto un anillo de piedras
con la sequía de verano.
No lo bastante alto como para ser una isla,
contiene un disco de agua más calma
en el agitado lago.
Los árboles han ganado la vía férrea detrás de nosotros;
más atrás, el camino va hacia el este;
mientras dos líneas paralelas en el tiempo y el espacio
huyen de nosotros,
este círculo descubierto nos atrae.
En los pueblos sumergidos
las campanas tañen sólo para los marinos y para los crédulos,
pero esta gargantilla de húmedas piedras,
vestigio de una Atlantis vallada,
nos toma a todos de la garganta.
No sabemos qué cuentas o cuchillos
quedaron atrapados en el húmedo ámbar del lago pantanoso,
pero muchos de nosotros deseamos vivir en el agua
y reconocemos este afloramiento
de antiguos hogares de amor y pena.
A una atribulada parte de nosotros le resulta familiar
la gente que trazó un círculo en el agua,
cargó botes con piedra
y erigió una isla seca y un fuerte
con todo un lago por foso.
Moya Cannon
En Aves de invierno y otros poemas.
Traducción de Jorge Fondebrider.
Editorial Pre-textos. Colección la cruz del sur.
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