Edward Hopper, 1941
Ella aún conserva su belleza y su cuerpo es sensual
A pesar de su baile desganado
al ritmo rutinario de la pequeña orquesta.
Cada un en sus cosas,
Igual que los tres hombres que la miran
desde sus soledades. Desde la soledad.
!Aquellas viejas salas de strep-tease!
Hopper pintaba siempre a su mujer.
En las habitaciones de hoteles miserables;
a solas; pensativa, lejos.
Ella era también la acomodadora
de un cine en Nueva York y la muchacha
del bar de madrugada y al secretaria triste.
La única modelo del pintor.
Francisco Díaz de Castro
En Vamos a perdernos.
Fundación José Manuel Lara. Vandalia.
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