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El tiempo es un error, te lo confirman
por los muelles del Sena unas gaviotas
cuando pasan -mouttes!- y esa palabra
muere, lenta, en tu boca: has olvidado
que al cabo de toda lengua es extranjera,
que nom da siempre en non. Te haría falta
la destreza cabal de aquel vecino
que una mañana, sin sedal ni anzuelo,
te llevó hasta un recodo del Agauntza,
dejó en la orilla gafas y tabaco,
se remangó y entró en el cauce; luego,
apoyó la mejilla en una roca
como el que escucha el corazón de un hombre
y palpó bajo el vientre. "Aquí se esconden",
bisbiseó, guiñando un ojo astuto;
después dio dos zancadas sobre el agua,
un manotazo -¡zas!- y aquel destello
de escamas ya sin alma coleaba,
en un espasmo azul, sobre la hierba.
"Inténtalo", te dijo, "el truco es verlos
donde no están". Tenías nueve años,
hoy ya eres viejo para hacer la prueba
o susurrar, como Bruce Lee, Be water
y hundirte en esas aguas. Tus palabras
vacilan, llegan tarde, apenas rozan
la imagen refractada de las cosas
allí donde no están. No añaden nada
al mundo, han comprendido que es inútil
perseguir esas sombras sin un rastro.
Temes que se disipen al decirlas.
Gabriel Insausti
en Azul distinto.
Pre-textos. Colección la cruz del sur.
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