Basura tiene que ser el poema de nuestra época porque
la basura es lo bastante espiritual y creíble como para
embargarnos la atención, estorbando, poniéndose por medio,
amontonándose, apestando, manchando los arroyos
de marrón y de blanco cremoso: qué otra ocas nos aparta
de los errores de nuestros ilusorios usos, no la tentación
de carecer de porquería, eso resulta remoto, y,
en cualquier caso, inimaginable, poco realista: yo nos soy un
abreboquetes o tapaboquetes: métele el dedo
a la dama (qué digo, mierda, al dique), que no derrame
el fluir de la cratividad, lo que viene aflorando, futurista,
los orígenes que fomentan la porquería: junto a la I-95, en
Florida, dond es raso el terreno como son rasos océano
y golfo, surgen montones de desechos (porque si sacas una
cosa para hacer sitio y meter otra dentro, qué ocurre con
la cosa que has sacado: lo mismo pasa con las tumbas),
se arrastran los camiones de basura como con reverencia,
como si ascendieran por zigurats hacia las altas aras
que conservan con vida gaviotas y basura, ofrendas
a los dioses de la basura, la represalia, la expectativa
realista, las deidades de ingratas necesidades:
jóvenes y refinadas lombrices de tierra, ahogadas
por lluvias primaverales en pozas de macadán, se vuelven
en día y pico blancas de humedad, redondas motas
con aspecto de esputo o cremonísismos moluscos,
crudos y machacados: si este poema no es el mejor
del siglo, acaso puede tratar del peor poema
del siglo: al menos aparece hacia el final,
y así debajo de su medida puede cundir un
largo reguero de bazofia: pero arriba, en las alturas,
un humo mínimo emana día y noche la munificencia
sacrificial hasta entoldar el cielo de marrón y encerrarnos
como en una tetera bien tapada, la sempiterna llama
alimentada por esta intendencia de acres de profundidad:
la oferta gratuita de una silla de plástico paticoja:
un harapiento atuendo deportivo: la impresión de un
mainá pringada de gelatina: cómo escribir
este poema; debería ser corto, una pequeña explosión de
dúplex, o largo, pieza que caza sin veda, llega a casa
tarde, pierde la pista y la vuelve a encontrar;
debería actuar, representarse, dar ejemplos,
ilustraciones, colores, atuendos, o intensificarse
y quedar reducido a proclama, osamenta que un corpus
cualquiera alcanzaría a rodear, o acaso no debería ser nada
de nada a menos que se encuentre a sí mismo: el poema,
que trata de la idea presocrática del
eje disposicional que va de piedra a viento y veinto
a piedra (junto con elaboraciones mías, si alguna cabe),
está completo antes de comenzar, así que no es preciso
que me apresure a abreviar, aunque cualquier lector cansado
podría concluir en breve: el eje quedará bastante
claro si se embadurna aquí y allá con un poco de tinta
o está bien afinado en toda forma o tonalidad
de su revelación: este es un poema científico,
y afirma que la naturaleza modela valores, que nosotros
inventar hemos inventado poco (hemos copiado), reflejos
de posibilidades que ya estaban aquí, donde vinimos
a parar y la forma de venir: un director sacerdotal tras el
buldózer que echa negros bufidos ladea las cosechas y
lee las aves, millones de solitarias que van circundando
una cumbre común, cayendo sobre las vetas carnosas
y los inflados panecillos (¿frailecillos?): hay un montón,
además, en la mente del poeta hasta donde se remolca
la lengua muerta para que arda entera, la energía se conserva
y cobra hechura de giros y conjuntos nuevos, y la mente
se fortalece con lo que ella misma fortalece, y es que
dónde sino en el culo mismo de una caída está
la redención, dónde sino en el rebajamiento, dónde
sino en el dolor del fracaso, la pérdida y el error discernimos
nosotros las feroces aflicciones que nos hacen girarnos,
dónde sino en los arreglos a los que el amor nos arrastra
del todo, donde no queda ni un resto de nuestros alardes
sin humillar, hallamos dulce semilla de nuevas
rutas; pero somos naturales: fue la naturaleza, no
nosotros, quien nos dio pie: aun así no estamos, aun siendo
naturales, divorciados de más altas y más finas configuraciones:
tejidos y hologramas de energía circulan en
nosotros, y buscan y encuentran representaciones de sí mismo
fuera de nosotros, de forma que podemos participar en
altas celebraciones y conocer alcances de sentimiento
y vista y pensamiento tales que penetran (realmente
penetran) lejos, más lejos que estas húmedas células nuestras,
y van alzándose y pasando nuestras historias, los planetas,
las lunas y demás cuerpos localmente hasta llegar al otro lado
del polo, odnde las formas de la materia se difunden
y la energía pierde todo medio para expresarse excepto
en cuanto espíritu: ah, sí: allí, en lo que dura, donde
dura la mente y nada más, lo eterno,
hasta que pasa a ser otra pera o pez sol,
ese destello pasajero en el ojo del pez que hace
tanto que está allí, yendo y viniendo: es el
destello de la eternidad: todo se vuelve a desenvolver,
cobra forma y la pierde, palpable e impalpable,
y en una sola fase, la misma del dolor y del amor,
nosotros conocemos al otro, donde lo perdurable viene a
prevalecer, bien y sin trabas: ese cielo que mayormente
queremos es, sin embargo, este infernal fondo infestado
por reacción, el sobrecogedor culo del cielo: hay que escribir y
reescribir hasta que bien rescrito esté: si estoy en
contacto, dijo ella, entonces llevo delantera: qué
infernal forma de hablar es esa: no me puedo creer
que yo ya sea un simple viejo, cuya madre está muerta,
cuyo padre ha fallecido y muchos de cuyos
amigos y colegas se han ido para terminar bajo
tierra, que solo es viento con peso, o convertidos
en polvo, brisa más leve: pero es que, francamente, todo
esto era de esperar y no de desear: incluso
viejos árboles, recuerdo algunos de ellos, el lugar
donde se alzaban: las fotos tomadas junto a algunos:
y viejos perros, sobre todo uno negro, uno imperial,
los cuatrillizos con sus jerarquías (arquías como en Archie)
sucediéndose unos a otros, ladridos y retozos van pasando
hasta perderse como transparencias en un proyector: qué
eran entonces ellos que son ahora lo que son:
A. R. Ammons
en Basura y otros poemas.
Traducción de Daniel Aguirre y Marcelo Cohen
Lumen.
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