(Francesca Woodman)
Unos frutos cerrados, dispuestos en la mesa
mientras comemos, limpios,
sin una sola mancha en su piel
como una afirmación de confianza
en la perlada carne para siempre.
Me alcanzas el cuchillo con tu mano
desollada al acarrear la compra.
Somos nosotros los heridos,
los que dudan de que esta fruta
y esta comida entre nosotros
puedan seguir igual al paso de los años,
de que la plenitud sea una cosa
redonda y contundente
que brilla y que se alcanza
de una sola vez y para siempre.
Te miro morder las manzanas: me salpican
chispas de jugo verde como si todo estallara
y nada de lo que perdura nos correspondiese.
Cristina Morano
en Cambio climático.
Bartleby Editores.
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