viernes, 27 de agosto de 2021

Gottfried Benn: Tres poemas.

 LA NOVIA DEL NEGRO


Y ahí, sobre cojines de sangre oscura, descansa,

la nuca rubia de una mujer blanca.

El sol le ardía en los cabellos,

ascendía lamiéndole los muslos blancos,

se arrodillaba ante sus pechos, más morenos,

todavía no desfigurados por vicios y partos.

A su lado, un negro, destrozados por una coz

los ojos, la frente. Metía el tío este

dos dedos de su sucio pie izquierdo

en uno de sus oídos, orejita blanca.

Ella, sin embargo, dormía echada ahí, como una novia,

pegada a la dicha del primer amor

y a la espera de partir hacia múltiples viajes celestiales

de la joven y ardiente sangre.

                                                      Hasta que le 

hundieron el cuchillo en la blanca garganta,

hasta que le echaron a la cintura

un delantal púrpura de

sangre muerta.



NADA QUE LAMENTAR


En aquella pequeña cama, casi una cama de niño, murió la Droste

(se puede ver en el museo en Meersburg), 

Hölderlin, sobre este sofá, en la torre del carpintero,

Rilke, George, parece que en hospitales suizos,

en Weimar, los grandes ojos negros de Nitetzche reposaron

sobre una almohada blanca,

hasta la última mirada;

ahora, nada más que trastos viejos, o ni siquiera existentes,

algo indeterminable, insustancial,

en eterna descomposición indolora.


Llevamos en nosotros la semilla de todos los dioses,

el gen de la muerte y el gen del deseo:

quién las separó: las palabras y las cosas,

quién los mezcló: los tormentos y la cama

sobre la que estos encuentran su fin, madera con arroyos de lágrimas:

por unas horas, hogar miserable.


Nada hay que lamentar. Demasiado lejos, demasiado extenso,

demasiado inasibles la cama y las lágrimas,

ni sí ni no,

nacimiento y dolor del cuerpo y fe,

un borbotar, sin nombre, un deslizarse fugaz,

algo supraterrenal, que surgió en sueños,

conmovió la cama y las lágrimas...

!Duérmete!



ESCUCHA


Escucha, así será la última noche

en la que aún puedas salir: te fumas tu “Juno”,

te tomas tus tres cervezas “Würzburger Hofbräu”, lees cómo

ve el “Spiegel” la ONU, estás sentado solo


Frente a una mesita, redondez completa,

muy cerca de la calefacción, pues te gusta el calor.

Alrededor de ti, la humanidad y sus excreciones,

el matrimonio y su dichoso perro.


No eres más, no hay casa ni colina que puedas llamar tuya

para soñar en terreno soleado

siempre aprisionado entre paredes bastante estrechas

desde tu nacimiento hasta esta noche.


No has llegado a más, pero Zeus y todo el poder,

el universo, los grandes espíritus, todos los soles

también por ti han sido, han pasado también por ti,

no has llegado a más, acabado como empezado,

la última noche...!Buenas noches!




Gottfried Benn

En Antología poética.

Edición bilingüe de Arturo Parada.

Cátedra. Letras universales. 

miércoles, 11 de agosto de 2021

Francisco Díaz de Castro: Girlie show

 Edward Hopper, 1941


Ella aún conserva su belleza y su cuerpo es sensual

A pesar de su baile desganado 

al ritmo rutinario de la pequeña orquesta.

Cada un en sus cosas,

Igual que los tres hombres que la miran 

desde sus soledades. Desde la soledad.

!Aquellas viejas salas de strep-tease!


Hopper pintaba siempre a su mujer.

En las habitaciones de hoteles miserables;

 a solas; pensativa, lejos.

Ella era también la acomodadora 

de un cine en Nueva York y la muchacha

 del bar de madrugada y al secretaria triste.

La única modelo del pintor.




Francisco Díaz de Castro

En Vamos a perdernos.

Fundación José Manuel Lara. Vandalia.

domingo, 8 de agosto de 2021

Gabriel Insausti: Un poema de Azul distinto

 13


El tiempo es un error, te lo confirman

por los muelles del Sena unas gaviotas

cuando pasan -mouttes!- y esa palabra

muere, lenta, en tu boca: has olvidado

que al cabo de toda lengua es extranjera,

que nom da siempre en non. Te haría falta

la destreza cabal de aquel vecino

que una mañana, sin sedal ni anzuelo,

te llevó hasta un recodo del Agauntza,

dejó en la orilla gafas y tabaco,

se remangó y entró en el cauce; luego,

apoyó la mejilla en una roca

como el que escucha el corazón de un hombre

y palpó bajo el vientre. "Aquí se esconden",

bisbiseó, guiñando un ojo astuto;

después dio dos zancadas sobre el agua,

un manotazo -¡zas!- y aquel destello

de escamas ya sin alma coleaba,

en un espasmo azul, sobre la hierba.

"Inténtalo", te dijo, "el truco es verlos

donde no están". Tenías nueve años,

hoy ya eres viejo para hacer la prueba

o susurrar, como Bruce Lee, Be water

y hundirte en esas aguas. Tus palabras

vacilan, llegan tarde, apenas rozan

la imagen refractada de las cosas

allí donde no están. No añaden nada

al mundo, han comprendido que es inútil

perseguir esas sombras sin un rastro.

Temes que se disipen al decirlas.




Gabriel Insausti

en Azul distinto.

Pre-textos. Colección la cruz del sur.

viernes, 23 de julio de 2021

Alberto Chessa: Poemas de Anatomía de una sombra

YO SÉ MUY POCO, Y DE LA VIDA CASI NADA.

A la fuerza he aprendido dos cosas de la muerte.


Pero sé que uno es nadie si no ama en otros ojos.


Hoy he visto a mis hijas jugando con su sombra

y poblando la tierra de todos sus reflejos


***


CUERPO DE VÍA LÁCTEA, CUERPONIEVE,

tiburón blanco, hambriento, en duermevela,

cuerpollama que tizna antes del tacto,

silueta de orbe, esfera tú armilar,

cuerpo anda ares, agua ya, aguacuerpo


***


COMO ESCAMAS DE UNA SERPIENTE

los desiertos jamás están parados


***


 RECUERDOS LEONADOS, NERVADURAS

Que crecen piel afuera. Hablamos desde el polvo.


¿Cuántos nosotros son posibles todavía?


Hoy somos parteluz

que fractura el silencio en dos silencios.


Como el amor, un cuerpo siempre está inacabado.

Como el amor, la sombra no conoce fronteras.




Alberto Chessa

En Anatomía de una sombra.

UMU. Editum.

Premio Dionisia García.

Luisa Pastor: El dios encarnado en la roca lunar

 Esta noche,

bajo las rojas rocas lunares,

pensaba cómo una gran poesía 

podría mostrar al dios 

encarnado en este lugar.


Césare Pavese.


La mirada en la ventana 

y en la ventana resplandeciente 

una mujer. 


Es el Principio y el Final.


Sin ella no hay edificio, 

no hay construcción.


Ni pequeña muerte desnuda, 

ni voz ronca 

que se desprenda de la roca lunar 

sobre un corazón gastado.


Lo dijo Pavese.


Shakespeare lo hizo, según él, mejor que nadie.


Y la encarnada luz le cegaba los ojos





Luisa Pastor

En Las tosas terminan.

Amurallaría Ediciones.

Diego Doncel: Memoria y espera.

 A orillas del Sado los portugueses más viejos escrutan

el movimiento de las aguas sentados dentro de sus coches.


Toda una vida mirando la lejanía, 

esperando algún mensaje, 

tratando de descubrir alguna señal.

En sus radios se oyen retransmisiones deportivas, 

noticias políticas, emisoras musicales, 

lo demás es silencio. Se les han agrietado 

los labios por el salitre,

se les ha manchado la piel por las distancias,

se les han secado los ojos viendo

las tempestades, las caídas y los levantes del sol.


Ellos saben q he el horizonte es un enigma

que a algunos los ha hecho enloquecer.


Abro tu libro sobre Montánchez y veo

que en sus páginas se ha levantado la niebla.

Las calles han estado esperando

muchos años a que volvamos a pisarlas,

a pesar de las ruinas, de las desgracias,

de los calendarios olvidados.

Podemos sentarnos en aquellas escaleras, beber el agua oscura

de la memoria y de los sueños, conversar

con las sombras. Abrir la puerta de la casa

Que ya no existe y volver a vivir la vida que pasó.

La moverá que quemaron vuelve a llenarse de pájaros,

En las cercas alguien grita gol

Junto a una portería hecha con dos piedras.

Herido por la belleza de aquella niña, yo regreso

A una tarde que estrena una camisa de cuadros.

Mi hermana vuelve con la tos de todas las noches, el agua

De colonia para el pelo, la fragilidad de aquellas manos.


En el parabrisas están todas las rutas marítimas,

Todas las biografías imaginarias. LA vida que pudo ser

Tiene más fuerza que la vida que se vivió.

Ellos vienen aquí para soñar

Esos puntos de fuga, para ser parte de esos espejismos.

Las arrugas oyen la predicción de los pesqueros

Sobre el estado del mar,

La obesidad rellena un crucigrama.

Fuman el tabaco de la espera

Mientras ven entrar en el puerto las banderas

De sus geografías fantásticas,

Y en los asientos se acumulan la ceniza

Y los papas de la melancolía.


Todo lo llevamos dentro.

Somos sombras entre el tiempo y el sueño,

entre la memoria y la espera. Lo que está en nuestro interior

Puede ser vivido de nuevo, podemos andar sobre sus huellas.

Pero ¿cómo podemos volver?, ¿cómo sin ser otros?

Por encima de los años, por encima de las muertes, las aspidistras

Respiran la ropa del lavadero,

Regresan las tormentas a llenar

El pasillo de agua, el peppermint

Da color a los labios de mi madre mientras se ríe con sus amigas

Ante una televisión en blanco y negro.


Ya es tarde.


En esta taberna portuguesa alguien cierra las puertas.

Ajusta los pasadores, coloca la pesada

Tranca de hierro, da vueltas a la llave.

Una mujer acodada al mostrador, sin levantar la voz dice:

Qué silencio, ni siquiera se oye el mar. Pulsa el interruptor

Y apaga la lámpara que alumbra

Las botellas, la vajilla, el círculo de las mesas.

Yo me quedo en la penumbra, bebiendo, invisible.

Veo una estela rubia en el aire cuando ella se marcha.


Me echo el abrigo sobre los hombros y salgo ahí fuera

Donde la niebla toma posesión de todos esos coches

Que miran un océano que ha desaparecido.

Busco mi coche y aguardo, con las manos en el volante,

El signo de mi regreso. Miro todos los barcos que llegan

Para ver si el que se baja soy yo. Enciendo los faros,

Intento ver qué hay detrás de la pared de la niebla,

Intento ver qué hay detrás de la pared de la niebla,

Intento dar señales luminosas para que ese yo que espero

Me vea desde el otro lado, desde el horizonte y el mar.


Arranco el motor para que todo esté a punto cuando llegue.




Diego Doncel

En La fragilidad.

Visor. XXXIII Premio Loewe.

domingo, 18 de julio de 2021

Moya Cannon: Grannog

 En el lugar del lago donde crece un fresno 

ha quedado al descubierto un anillo de piedras 

con la sequía de verano.

No lo bastante alto como para ser una isla, 

contiene un disco de agua más calma 

en el agitado lago.


Los árboles han ganado la vía férrea detrás de nosotros; 

más atrás, el camino va hacia el este; 

mientras dos líneas paralelas en el tiempo y el espacio 

huyen de nosotros, 

este círculo descubierto nos atrae.

En los pueblos sumergidos 

las campanas tañen sólo para los marinos y para los crédulos, 

pero esta gargantilla de húmedas piedras, 

vestigio de una Atlantis vallada, 

nos toma a todos de la garganta.


No sabemos qué cuentas o cuchillos 

quedaron atrapados en el húmedo ámbar del lago pantanoso, 

pero muchos de nosotros deseamos vivir en el agua 

y reconocemos este afloramiento 

de antiguos hogares de amor y pena.


A una atribulada parte de nosotros le resulta familiar 

la gente que trazó un círculo en el agua, 

cargó botes con piedra 

y erigió una isla seca y un fuerte 

con todo un lago por foso.




Moya Cannon

En Aves de invierno y otros poemas.

Traducción  de Jorge Fondebrider.

Editorial Pre-textos. Colección la cruz del sur.